Hoy traigo a Koldo y sus declinaciones, el koldismo y la Koldosfera. Si Ábalos le dijo a Marlaska que le compraran las mascarillas a Koldo, hay alguno por ahí que se pregunta ¿por qué les hizo caso? Casi peor que lo de Koldo que son los que pusieron a Koldo. Les venía bien el rollo del aizkolari mientras desplegaban la imagen cuqui transversal emisarios de la salvación y la guapura. Ahora lo dejan colgado a comerse el marrón diciendo que mira este, claro, si era un portero. Yo he conocido a porteros con más códigos de honor más que muchos ministros.
Traigo la noche en el Campanar de sirenas, de pavesas y de cenizas. De pronto, la suerte saca a pasear el terrible listón de la medida de las cosas. El truco de magia de la vida consiste en hacernos pensar que estamos a salvo. Mira, niño, la vida te pasa en un minuto y en ese minuto yo quiero estar donde estaba Julián el portero del edificio que subió hasta la planta siete a avisar a la gente para que saliera de sus casas mientras las llamas abrazaban al edificio como un novio ardiente y mortal.
Hay gente que va por ahí como si fuera Superman salvando el mundo y el héroe que necesitábamos en mi Españita era el portero del edificio. Se llamaba Julián y era de esos que cuando los demás se alejan del peligro, él se acerca, que cuando los demás bajan las escaleras, ellos las suben.
El fuego esta vez nos ha recordado que vivimos a veinte minutos de la eternidad siendo generosos y todo sucede en un segundo. En ese segundo a mí me gustaría estar donde estaba Julián, Mestre, gracias, te debemos una.
