La carta de Ónega a las víctimas del COVID-19: "Uno mi voz a ese silencio de respeto"
“España llora por los miles de compatriotas que hemos perdido”. Son palabras del rey Felipe VI en esta jornada en que pusimos las banderas a media asta por vosotros, las víctimas de la pandemia.
Miércoles de recuerdo. Miércoles de emociones. Miércoles de homenaje. Minutos de silencio solo rotos por los ecos de la estridencia política en el Congreso de los Diputados, con vosotros al fondo en una penosa ceremonia de atribuciones de culpas, mientras, como dijo el rey, España lloraba y tenía memoria del más injusto de los sacrificios; los sacrificios de una peste.
Uno mi voz a ese silencio de respeto, al mismo tiempo que entono un lamento: Dios mío, no sabemos cuántos habéis fallecido. Lo sabe cada una de vuestras familias. Lo saben las viudas y viudos y los hijos que se han quedado huérfanos y no han podido despediros en el cementerio o el crematorio.
Pero el conteo que se hizo mereció el justo nombre de desbarajuste. Hemos visto crecer los números cuando había que improvisar morgues para tantos féretros. Hemos recuperado la esperanza, sin duda egoísta, cuando el doctor Simón nos contaba cómo bajaba la cantidad de muertes y de contagios. Y de pronto hay un día en que se tachan dos mil nombres de la macabra lista.
Y hay otro día, ayer mismo, en que se añaden más de doscientos. Y empezaron a oírse voces que decían en esta misma emisora que los datos oficiales no eran correctos, que no coincidían con los anotados en los registros civiles.
Y hoy, ese sistema llamado MoMo, Monitorización de la Mortalidad, hizo aflorar 12.000 muertes más, lo que sitúa la probable cifra en 43.000. No solo se atascaron las morgues; se atascaron los registros civiles, donde los certificados de defunción se acumulaban como legajos.
Como expedientes burocráticos que esperaban resolución. ¡Qué horror! Lo terrible es que nos podemos equivocar en mil más o mil menos, qué más da mil arriba o mil abajo, sin darnos cuenta de que erais seres humanos y vuestras vidas, vidas humanas.
Vuestro caso sí que confirma que un fallecido es una tragedia, 27.000, 30.000, 43.000, qué más da, sois una estadística. Lloro por vosotros. Pero lloro por esta cultura que fue dejando por las sepulturas de España jirones de sensibilidad.