OPINIÓN EN LA BRÚJULA

La carta de Ónega a los viajeros de El Prat: "Cada vez que oigan hablar del 'procés', recordarán este día y se lo contarán a sus nietos"

Después de los brillantes análisis que habéis hecho de la sentencia y las movidas que provocó, permíteme dirigirme a unos personajes secundarios que he visto en la televisión. Son unos señores –bastantes más que señoras—que iban con sus maletas camino del aeropuerto del Prat. "Ha sido el día de la Justicia para unos, el día del cabreo para otros y, para ustedes, el de la resignación"

Fernando Ónega

Madrid |

No sé quiénes son, ni siquiera si son catalanes. No he visto sus caras. Pero sí los he visto a ellos con sus equipajes, mezclados con los manifestantes que iban también al Prat. Ellos, los manifestantes, con sus gritos y sus esteladas, a tapar el aeropuerto, que no pase nadie, que no salgan ni aterricen aviones.

Y ustedes, los de las maletas, justamente a lo contrario: a rezar para que sus insólitos compañeros de viaje no consigan su objetivo y ustedes pudieran volar. Por la autopista los he visto, a buen paso y eran más de uno y más de diez. ¡Gentes de mucha fe! Al mismo tiempo que la tele los mostraba, la radio contaba los vuelos suspendidos.

¡Pobre gente! He visto a algunos en pantalón corto y con chanclas, bajo la lluvia. Más moral que el Alcoyano. Deportistas a la fuerza. Menos mal que las maletas de ahora tienen ruedas y la autopista tiene buen asfalto.

Queridos y desconocidos viajeros: si consiguen llegar a su destino, ya tienen historia que contar. Son ustedes las víctimas colaterales de la sentencia y las protestas que provocó. Cada vez que oigan hablar del procés, recordarán este día y se lo contarán a sus nietos: el día que unos jueces publicaron una sentencia justo cuando ustedes viajaban; el mismo día que los partidarios de los condenados se habían propuesto que no existieran medios de transporte.

Y sus nietos les preguntarán qué país es ese donde las sentencias judiciales se protestan y no se acatan. Y ustedes no sabrán explicarlo y tendrán que estudiar cómo se llegó a este punto y a partir de mañana estarán pendientes a ver si la revuelta va a más. Miren: en lo poco que se les distinguía en la tele, no parecían cabreados.

Yo no tengo tiempo para explicarles esas cosas, tan difíciles de explicar. Sólo les puedo comentar que hoy fue el día de la Justicia para unos, el día del cabreo para otros o, más que del cabreo, de la indignación programada. Para ustedes, como para otra mucha gente, fue el día de la resignación.

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No sé quiénes son, ni siquiera si son catalanes. No he visto sus caras. Pero sí los he visto a ellos con sus equipajes, mezclados con los manifestantes que iban también al Prat. Ellos, los manifestantes, con sus gritos y sus esteladas, a tapar el aeropuerto, que no pase nadie, que no salgan ni aterricen aviones.

Y ustedes, los de las maletas, justamente a lo contrario: a rezar para que sus insólitos compañeros de viaje no consigan su objetivo y ustedes pudieran volar. Por la autopista los he visto, a buen paso y eran más de uno y más de diez. ¡Gentes de mucha fe! Al mismo tiempo que la tele los mostraba, la radio contaba los vuelos suspendidos.

¡Pobre gente! He visto a algunos en pantalón corto y con chanclas, bajo la lluvia. Más moral que el Alcoyano. Deportistas a la fuerza. Menos mal que las maletas de ahora tienen ruedas y la autopista tiene buen asfalto.

Queridos y desconocidos viajeros: si consiguen llegar a su destino, ya tienen historia que contar. Son ustedes las víctimas colaterales de la sentencia y las protestas que provocó. Cada vez que oigan hablar del procés, recordarán este día y se lo contarán a sus nietos: el día que unos jueces publicaron una sentencia justo cuando ustedes viajaban; el mismo día que los partidarios de los condenados se habían propuesto que no existieran medios de transporte.

Y sus nietos les preguntarán qué país es ese donde las sentencias judiciales se protestan y no se acatan. Y ustedes no sabrán explicarlo y tendrán que estudiar cómo se llegó a este punto y a partir de mañana estarán pendientes a ver si la revuelta va a más. Miren: en lo poco que se les distinguía en la tele, no parecían cabreados.

Yo no tengo tiempo para explicarles esas cosas, tan difíciles de explicar. Sólo les puedo comentar que hoy fue el día de la Justicia para unos, el día del cabreo para otros o, más que del cabreo, de la indignación programada. Para ustedes, como para otra mucha gente, fue el día de la resignación.