En La Brújula

La carta de Ónega a San Jenaro: "En Nápoles se cometió una herejía, quitarle al estadio el nombre de San Paolo y ponerle Maradona"

Fernando Ónega escribe en La Brújula una carta a San Jenar, santo patrono de Nápoles.

ondacero.es

Madrid |

Y buenas noches a San Jenaro. Tengo un problema para escribirle, santo patrono de Nápoles: no sé si tratarle de tú o de usted. Con los santos de aquí tengo más confianza, porque son como de la familia. A San Isidro, por ejemplo, ese amigable labrador, ningún español le trataría de usted. Ni a ningún lucense o a ningún leonés se le ocurriría tratar de usted a San Froilán, con las buenas fiestas que hace. Por si acaso, te trato de tú, San Jenaro, para demostrar cercanía, por si cuela. Es el caso, venerable, que en la catedral de Nápoles se conserva una reliquia de tu sangre de cuando eras mortal.

Naturalmente, después de quince siglos o más, la valiosa reliquia está seca como la mojama, dicho sea con todo respeto. Pero todos los días 19 de septiembre, aniversario de tu martirio, y el 16 de diciembre, que fue antes de ayer, ocurre un hecho fascinante: esa sangre se licúa, se hace líquida. No es el día anterior ni el posterior: es precisamente esos días. Y cuando la sangre no se licúa el 16 de diciembre, es señal de que el año nuevo será de grandes desgracias. Una vez estalló la Segunda Guerra Mundial. Otra hubo un terremoto terrible.

Otra, que yo recuerdo, una epidemia de cólera. Y anteayer, querido santo, tu sangre se mantuvo sólida. Los fieles que acudieron a ver el prodigio están aterrorizados. Ya solo nos faltaba esto. Pero tú, San Jenaro, no lo permitirás, ¿verdad que no? Seguro que harás lo mismo que cuando se enfurece el Vesubio: si te rezan, haces que la lava se detenga a las puertas de Nápoles. Seguro que alguna vez la sangre se equivoca, como se equivocó el año pasado, que se licuó, y mira cómo vino el 2020, que estamos vivos de milagro.

Y seguro que si tú quieres expresar algún cabreo, no es por anunciar desgracias, sino por la solidaridad entre los santos. Sobre todo entre santos vecinos. Es que en Nápoles se cometió una herejía que no tiene perdón de Dios ni asociados: le quitaron al estadio el nombre de San Paolo y le pusieron el de Maradona. Estas cosas cabrean mucho a los santos. Y tú, San Jenaro, te has vengado diciendo: "ahora os voy a acongojar, este año os quedáis sin licuación". Haber pensado mejor lo de Maradona, napolitanos; haberlo pensado mejor.