La carta de Ónega sobre Sánchez y Casado: "Han consolidado una nueva figura política hasta ahora considerada provisional: el anticonsenso"
Pedro Sánchez y Pablo Casado han consolidado una nueva figura política que hasta ahora se consideraba provisional: el anticonsenso. Si algo queda claro después de su reunión, ese algo es que Pablo Casado ofrece estabilidad del gobierno, pero en tales condiciones que el presidente no las puede aceptar. Y a la inversa, Pedro Sánchez llamó al jefe de la oposición para lograr algún acuerdo en cuestiones que ya no se pueden aplazar más, como la renovación de instituciones y órganos públicos, pero no consiguió ofrecerle una compensación que le sedujera o le permitiera presumir de alguna victoria en el encuentro.
Resultado: fiasco total. No fue un diálogo de sordos. Fue un diálogo de muros, como tenía que ocurrir en un encuentro planteado sobre una base destinada al fracaso: a ver quién cede. Chocaron, según se desprende de las palabras de María Jesús Montero, dos afanes de apropiación del sentido de Estado. Cada uno de los reunidos se cree poseedor de ese sentido y, en consecuencia, el adversario es casi un antisistema, un egoísta o un irresponsable que bloquea al auténtico estadista o se entrega a los independentistas. Eso le permite decir al gobierno, que Pablo Casado pretende que se aplique su política o no se dialoga. Y al líder del Partido Popular, que Sánchez no renuncia a ser rehén de sus socios y los enemigos de España.
Me temo que la peor parte de las culpas se las llevará Pablo Casado, que parece un superviviente de Mayo del 68, impulsado por aquel viejo principio de “sé realista, pide lo imposible”. Sea sensato o no, es imposible que un presidente del gobierno deshaga lo que empezó a hacer, sea con la mesa de negociación o con la gestión de la Seguridad Social en Euskadi. Es imposible que garantice la inhabilitación de Torra o lo contrario, porque le compete a la Justicia y no al Ejecutivo. Es imposible que rompa con quienes lo sostienen en el poder solo porque lo reclama la oposición. Y creo que también es imposible mantener la política fiscal de Montoro, si ahora existe un programa económico distinto que, acertadamente o no, requiere subida de impuestos.
Más allá de las culpas, que quizá respondan a una percepción subjetiva, es evidente que nada sigue igual, aunque todo siga igual. Todo queda peor de lo que estaba, porque se hace inabordable cualquier reforma que requiera una mayoría de tres quintos en el Congreso. Las instituciones pueden quedar bloqueadas por tiempo indefinido y eso prolongará y aumentará su deterioro. Y se ha dado un paso más en la polarización política. Sánchez tendrá que refugiarse todavía más en sus socios. Casado quizá se perciba ahora como más próximo a Vox. Y ya se sabe que donde se aborta el acuerdo, germina la crispación.