Madrid |
La frase de sus compañeros de partido y de muchos analistas es tan contundente como esta: "Griñán no se ha llevado en euro a su bolsillo". Esto debe quedar claro como principio antes de cualquier otra consideración. Por ello, verse condenado a seis años de cárcel tiene que ser sencillamente desolador.
Usted ha sido un buen servidor público en todos los cargos que ocupó. Le recuerdo, además, como buena persona. Pero ni el fiscal ni el tribunal han dado crédito a su confesión de que, como consejero de Economía y Hacienda, no supo nada de aquella riada de dinero que, según el director general de Trabajo, "daba para asar una vaca".
Si lo supo y lo consintió, a pesar de los avisos del Inspector General, es evidente que tiene responsabilidad. Si no lo supo porque no lo vio, también la tiene, porque lo sabía todo el mundo. Todo el mundo del entorno socialista sabía cómo y a quién se repartían fondos destinados en principio a quienes más los necesitaban y degeneraron en un dispendio incomprensible e imperdonable.
Yo creo, señor Griñán, y discúlpeme la osadía de fabricar una tesis, que todo eso de los ERE comenzó como una tarea humanitaria, casi de socorro social. Muy coherente con un socialista. Pero se desvirtuó y pasó a ser una serie de subvenciones descontroladas. Y de ahí pasó a ser favores a amiguetes y pagos de lealtades y servicios prestados. Y a partir de ahí, a justificar el discurso del clientelismo financiado con dinero de todos.
Y usted, José Antonio, en el centro de los desmanes. Como la Justicia, con los ojos tapados. Siento su condena. De verdad que la siento y me gustaría que el Supremo la revisase a su favor. Pasará a la pequeña historia como un gestor indolente. Pero con un consuelo: humanamente, nadie le niega que sea usted un hombre de honor. Qué contrasentido: condenado a prisión, pero un hombre de honor.