LA BRÚJULA

La carta de Ónega a los supervivientes de Azovstal, la acería de Mariúpol

Fernando Óenga dirige su carta en La brújula a los supervivientes de la acería de Mariúpol

Fernando Ónega

Madrid | 17.05.2022 23:38

Un saludo lejano, pero emocionado, a quienes no lo pueden escuchar: a los supervivientes de la acería de Mariúpol, en la martirizada Ucrania. Mañana o pasado se cumple un mes de la orden de Putin a su ejército, que contenía toda la crueldad de la intención: "que no pase ni una mosca".

Estabais dentro, en la acería, cerca de un millar de soldados de Ucrania, dispuestos a todo por salvar la independencia de vuestra patria. Fuera, armados hasta los dientes, 20.000 asaltantes armados. Conocí la orden del sátrapa invasor y me imaginé la escena: os esperaban a la puerta y disparaban a matar a quien se atrevía a salir. Uno a uno, si era preciso, pero que no pasase ni una mosca. Muchos de vuestros compañeros habrán caído así. Otros resultaron heridos y murieron dentro.

Dicen las crónicas que vendabais a los heridos con las vendas de los muertos. Y después empezaron a faltar los alimentos y no podíais salir a buscarlos. Y empezó a faltaros el agua y muchos habrán fallecido por inanición. Todavía teníais armas, pero la munición se fue agotando. Y sufríais la angustia de no tener noticias de vuestras mujeres y de vuestros hijos y de vuestros hermanos y de vuestros padres.

Fue un cerco terrible, dicen que un cerco medieval, de esos que han pasado a la historia por el heroísmo de los cercados. Dicen también que se han dado escenas de esa crueldad que Valle-Inclán llamaba "crueldad antigua". Supongo que estabais a oscuras en esos veinte kilómetros de túneles donde los rusos no se atrevían a entrar, pero no os dejaban salir. Acería de Mariúpol, cuya imagen de hierro y altos hornos conocemos por la prensa, como una gigantesca fábrica abandonada.

Este martes fue el día de la rendición. Más de 260 habéis pasado a ser prisioneros de Rusia. Es autobuses os llevaron como trofeos de guerra. Otro medio centenar de enfermos y heridos graves han sido conducidos a hospitales que siguen en pie. No en Mariúpol, donde no queda piedra sobre sobre piedra ni quedan lágrimas, ni queda vida, ni queda nada más que ruinas y dolor. De los heridos ninguno tiene su cuerpo entero. De los sanos, ninguno tiene su esperanza entera. Algún día se contará vuestra resistencia, pero ignoro si se contará vuestro heroísmo, porque la historia, la historia la escribe el vencedor.