Nuestro último verano en la isla es mucho más que una historia de amor. Es mucho más que una novela sobre reencuentros, sobre perdón, sobre decir lo que aún no ha sido dicho. Es también un retrato transgeneracional que viaja desde los últimos años de la dictadura franquista, donde las ansias de libertad y la crítica política estaba presentes en cada conversación; hasta el día de hoy, en el que los hijos de aquellos que vivieron la Transición reflexionan sobre el pasado de sus padres y cómo, de alguna manera, ha marcado su presente.
(…) Los años más bonitos también eran inviernos de cartas en el buzón, llamadas perdidas a un teléfono fijo, calendarios con fechas de reencuentro marcadas en rojo, un Alsa nocturno entre Madrid y Coruña, la locura de coger un coche con el carnet recién sacado solo para ver el perfil de la isla desde lejos.