El Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA, del Hospital Clínico de València, participa en una investigación internacional para el desarrollo clínico de nuevos fármacos para paliar los efectos de los sofocos o acaloradas que sufren las mujeres en la menopausia, así como otras mujeres con perfil de especial riesgo, como las supervivientes de cáncer de mama que reciben tratamiento de anulación hormonal.
La investigación está coordinada en INCLIVA por el Dr. Antonio Cano, investigador principal del Grupo de Investigación en Salud de la Mujer de INCLIVA, catedrático de Obstetricia y Ginecología en la Universitat de València y Jefe de Servicio de esta especialidad en el Hospital Clínico.
La menopausia se asocia con un complejo sintomático y con mayor susceptibilidad a enfermedades, como la osteoporosis postmenopáusica. Los síntomas, cuando son intensos, inducen un deterioro de la calidad de vida, como confirman distintos estudios clínicos.
Entre los síntomas, los sofocos constituyen uno de los más prevalentes. Estudios poblaciones han demostrado que los perciben hasta un 80% de mujeres y que en alrededor de un 25% son frecuentes y severos. Es importante tener en cuenta el impacto en la actividad laboral. A escala mundial, alrededor de 60% de las mujeres entre 50 y 60 años trabajan. El patrón diferencial que, frente a los varones, suponen los sofocos en las mujeres han sido motivo de reivindicación como medicina de género por las sociedades científicas. La sociedad europea de menopausia ha publicado un documento sobre menopausia en el trabajo, que va dirigido a empresarios y directivos, para que se atienda este asunto.
Hay grupos de mujeres que padecen particularmente de sofocos y síntomas menopáusicos en general. Entre ellas, destacan las supervivientes de cáncer de mama, que, tras superar la enfermedad, reciben frecuentemente tratamiento de anulación hormonal durante años. La sintomatología es en ellas particularmente intensa y, contrariamente a mujeres sin enfermedad, no pueden recibir tratamiento hormonal.
El Grupo de Investigación en Salud de la Mujer de INCLIVA y el Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Clínico están trabajando desde hace varios años en el colectivo de las mujeres supervivientes de cáncer, a fin de mejorar su calidad de vida y mejorar su perfil de salud frente a osteoporosis. En este contexto, están participando en la investigación a escala internacional de nuevos productos bloqueantes del receptor de neurokinina 3, un mediador que actúa a nivel del hipotálamo para regular el centro termorregulador, que se ve afectado por la pérdida de estrógenos, con la consiguiente producción de sofocos. Esta colaboración internacional ha comenzado por establecer una prospección del impacto del problema de los sofocos y la percepción de los mismos por pacientes y facultativos en países de Europa y Estados Unidos y proseguirá con la participación en los análisis de los datos de estudios clínicos y la evaluación a gran escala de los hallazgos de estudios previos con grupos reducidos de pacientes.
La neurokinina 3 es una pequeña proteína que actúa como estimulante de las neuronas, las células del sistema nervioso central. A nivel del cerebro, en una región conocida como el hipotálamo, su producción está regulada por estrógenos, las hormonas ováricas femeninas. Cuando el ovario deja de funcionar, hay una sobreproducción de neurokinina 3, que excita a las neuronas encargadas de mantener el control de la temperatura. El resultado es la sensación brusca de calor, la llamada acalorada, que puede aparecer con más o menos frecuencia o intensidad, y que en algunas mujeres interfiere con el sueño, con la productividad laboral y con las actividades diarias en general. En mujeres donde este problema es particularmente agudo, como las sometidas a deprivación ovárica intensa por enfermedades como el cáncer de mama, la serie de acaloradas, frecuentes e intensas en algunos casos, se convierte en un determinante de sufrimiento añadido al propio de la enfermedad.
El tratamiento más eficaz conocido de las acaloradas es la suplementación de estrógenos, pero algunas mujeres no lo aceptan, y, en casos como el de supervivientes de cáncer de mama, no pueden darse. Por tanto, el descubrimiento de estos nuevos fármacos está generando una gran expectativa. La trascendencia de los hallazgos se encuadra en lo que se conoce como la medicina de género, en este caso con el perfil de la mujer, ya que aunque en hombres farmacológicamente deprivados de función testicular a causa del cáncer de próstata puede presentarse un problema parecido, son las mujeres quienes sufren este problema tanto en situación de enfermedad como en ausencia de ella.