Comer o no Comer esa es la cuestión y el titulo de un libro repleto de esas leyendas, mitos y falsedades sobre la alimentación. Y es que, desde que el hombre es hombre, desde la Antigüedad, cada pueblo ha tenido su propia versión de los alimentos que sientan como un tiro o de los que ayudan a mantenerse joven. Los romanos se embadurnaban las calvas con aceite de oliva y se ponían al sol esperando que con el calor les creciera el cabello. También en la antigua Roma los lugareños recurrían a la lechuga para aplacar el calor sexual y en la época isabelina curiosamente se repartían ciruelas en los prostíbulos para todo lo contrario.
Dicen los antropólogos que el número de mitos es directamente proporcional a la cantidad de alimentos, y claro, ahora hay más que nunca. Cada persona maneja sus propias teorías. Verdades que en realidad carecen de fundamento y que a fuerza de repetirlas se convierten en algo cierto. En el libro el periodista Antonio Ortí, autor junto con las nutricionistas Ana Palencia y Raquel Bernacer analizan y cuestionan 98 leyendas alimentarias que en ocasiones la única verdad que esconden es la propia voluntad de creérselas. Un de ellas es esa que asegura el poder afrodisíaco intrínseco de las ostras y del marisco en general. Poder que científicamente no se ha demostrado salvo que éste provenga de la mente y del ritual que envuelve al alimento. Me explico: Es frecuente que las ostras vengan acompañadas de velas y de buena compañía, en ese caso seguro que funcionan y suben la temperatura sexual, lo que hay que ver es si producen el mismo efecto en situaciones menos románticas. Es más psicológico que fisiológico. Lo que sí está comprobado es que aportan vitaminas A y D, calcio, magnesio y un poco de yodo, potasio y fósforo. En Comer o no Comer, cada uno de los mitos se desmonta con las explicaciones de 58 eminencias en el campo de la nutrición. Y lo más importante, se demuestra que la mayoría son teorías disparatadas como la de ese señor que se le ocurrió decir que había alimentos como el té verde, la guaraná, la piña… cuando los ingerías restaban calorías dado que para digerirlos había un gasto energético superior. Teoría que levantó ampollas entre otras cosas porque, ni los más expertos en la materia, son capaces de calcular el gasto energético de un alimento en concreto.
Y es que en esto de la alimentación siempre buscamos el secreto, el atajo para no hacer lo que todos sabemos que hay que hacer para perder peso: comer sano y hacer ejercicio. Y surgen las leyendas y las Dietas Milagro, esa curiosa forma de hacer penitencia durante un pequeño espacio de tiempo para engañosamente redimirte de lo que has hecho mal durante meses o años. Hay que entender que aunque pierdas peso al principio al cabo de 6 meses pesarás más que antes porque tu cuerpo, cuando vuelvas a comer normal, va a pensar que puede volver a pasar otra etapa de escasez y activará sus depósitos de grasa. Tenlo en cuenta.
Muchas creencias alimentarias pueden acarrear problemas para la salud como esas en la que basan su éxito muchas dietas milagro que consiste en comer un único alimento para adelgazar. O esa otra que dice que beber agua durante las comidas engorda. El agua no tiene calorías, ni antes, ni durante, ni después. O que hay alimentos quema-grasas como el pomelo, una especie de fairy alimentario que ya nos gustaría que así fuera. O, por ejemplo, la de los alimentos incompatibles de las Dietas Disociadas, en el libro Yolanda Sala, Coordinadora de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas, asegura que tal creencia carece de rigor científico.
Pero hay muchas más que desmontar. Dormir mucho no hace que engordes más, de hecho una de esas dietas estúpidas recomienda dormir para estar menos tiempo despierto y comer menos. Tampoco está claro que la sal engorde. En Comer o no Comer el director del servicio de farmacología de la Clínica Universitaria de Navarra Jesús Honorato afirma que es completamente falso que engorde la sal por la sencilla razón de que no contiene calorías. Tampoco que contribuya a la retención de líquidos, pero claro en la dosis está la virtud: siempre y cuando el consumo sea razonable y eso es por debajo de 5 gramos diarios. Lo mismo ocurre con el mito de que las tostadas engordan menos que el pan. O que la miga aporta más calorías que la corteza, cuando en realidad en la miga es donde se encuentra una mayor concentración de agua y menos nutrientes, por lo tanto, el aporte calórico es inferior.
Pero si hay una que se ha extendido como la gripe es esa que asegura que “La fruta fermenta en el estómago”. ¿Conoces a alguien que por tomar fruta de postre haya terminado en el Hospital? Si la mayoría de la fruta en un 80% es agua y no contiene levadura ¿Cómo es posible que fermente? Leyenda urbana, por cierto, que procede de los países anglosajones donde nadie acostumbra a comer fruta de postre porque lo que manda la tradición es meterse un brownie o un pudding. A buen entendedor pocas palabras bastan. En fin, que hasta 98 como esta. Falsedades y mitos de la alimentación, dogmas que hemos terminado aceptando como verdades a pesar de haber razones físicas y médicas que lo contradicen.
No hay alimentos milagrosos como tampoco hay alimentos demoniacos. La única verdad es que “el que come más, come menos” porque acorta su vida. Y sobre todo… lo que siempre te digo… sin movimiento no hay adelgazamiento.
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