Antes de nada es importante saber que el sabor dulce de los edulcorantes artificiales desencadena una respuesta metabólica como si fuera azúcar. El estímulo de secreción de insulina no es tan intenso, pero se produce. Además, que tomemos edulcorantes no nos hace más golosos pero tampoco menos. Así que, moderación. No hay que abusar de esos productos que contienen edulcorantes, como las bebidas bajas en calorías, porque son seguros pero en su justa medida ya que pueden producir una tendencia a la obesidad.
El aspartamo, el ciclamato, el sorbitol o la sacarina- el primer edulcorante que se utiliza desde los 80 de forma masiva- son artificiales porque se elaboran en un laboratorio. En la legislación se consideran aditivos y por eso tienen un código o numero E que les define en las etiquetas. A cada uno de ellos se le hace un examen toxicológico para establecer cuál es su IDA que es la ingesta que uno no debe superar para no perjudicar su salud. Para tu tranquilidad te diré que la IDA suele ser tan alta que salvo que alguien se lo proponga es muy difícil alcanzarla. Cada cifra límite es diferente porque los edulcorantes no son todos iguales. Ni saben igual ni endulzan lo mismo. Esto es muy importante que lo tengas en cuenta antes de comprar ya que no es lo mismo un edulcorante como el Aspartamo que endulza 200 veces más que la Sacarosa (el azúcar), que la Sacarina que lo hace 300 igual que la Stevia, el Ciclamato que endulza solo unas 50 veces más o el más potente de todos que es la Sucralosa que endulza 600 veces más que el azúcar y con una dosis mínima consigues el mismo efecto.
En esto de los edulcorantes artificiales ha habido mucha controversia. En la década de los 90 se cuestionó la seguridad de la Sacarina y el Ciclamato porque la experimentación en ratas provocaba cierto tipo de cáncer que luego se demostró era imposible extrapolarlo a humanos dado que era muy difícil que una persona pudiera tomar esa dosis en toda su vida. Aunque leyendas y suspicacias siga habiendo, los edulcorantes han evolucionado mucho. Tanto que la nueva generación de edulcorantes sin calorías se podría decir que son casi naturales ya que uno procede de una planta y el otro de la misma caña de azúcar. Me refiero a la Stevia y a la Sucralosa. La primera se deriva de una planta originaria de Sudamérica y Centroamérica que hay que purificar y procesar, aunque en algunos herbolarios se encuentra de forma natural pero es muy cara y la Sucralosa sale directamente de la caña de azúcar, por eso sabe igual que el azúcar pero sin calorías. Se extrae directamente de la caña de azúcar en un costosísimo proceso llamado alogenación en el que para obtener tan solo 10 gramos de Sucralosa necesitas 100 kilos de caña de azúcar.
Como dice Óscar Gracia, director de Sucralín, el edulcorante de Sucralosa que sabe igual que el azúcar, que no tiene calorías ni lactosa ni gluten, que no provoca caries, que pueden tomar las mujeres embarazadas y en la lactancia, y que está avalado por la sociedad española de diabetes… la diferencia entre la Sucralosa y la Stevia es que la primera endulza el doble que la segunda y que, como te decía, la primera sabe a azúcar y algunos productos de Stevia tienen un cierto gusto a regaliz. Otra ventaja es que, a diferencia de otros edulcorantes, éste lo puedes usar para cocinar ya que Sucralín es termoestable y no transforma el sabor de los alimentos como hacen la mayoría.
Como ves hay muchas diferencias entre unos y otros. Échale un ojo a las etiquetas. Mira siempre la cantidad de gramos exactos de edulcorante que lleva el producto libre de lactosa, gluten… porque hay veces que compramos el más barato y luego, como tienes que echar más cantidad, resulta que es el más caro. Y sobre todo, antes de comprar, infórmate. Ni todos los edulcorantes saben igual ni endulzan lo mismo.
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Mil besos
