Olles, greixoneres, morters y ribells son algunos de los elementos indispensables en cualquier cocina mallorquina. Con ellos se elaboran platos tan tradicionales como el arròs brut, las sopes, el frit, el bollit, la llampuga amb pebres, la sepia a la mallorquina, el tumbet o los caracoles. Estas elaboraciones tienen algo en común, y es que saben mucho mejor si se elaboran en un recipiente de barro. Y los de Marratxí tienen una fama muy merecida entre los aficionados a los fogones.
Cocinar con ollas y greixoneres no guarda ningún secreto pero requiere tiempo. Y el resultado bien lo vale porque realza tanto la textura como el sabor de los alimentos. Varias generaciones de artesanos del barro lo corroboran, como es el caso de Tomeu Amengual de la olleria Ca's Canonge de Pòrtol.
Algunas cosas sí han cambiado con el paso de los años. Las cazuelas de barro y las ollas han abandonado en muchos casos el fuego de leña por los fogones de gas. Y, en los últimos años, se han popularizado las cocinas de inducción y las vitrocerámicas. Un cambio que en muchas casas ha obligado a apartar estos elementos. Por suerte, existen adaptadores que nos permiten recuperar la greixonera de toda la vida. Además, los artesanos siguen innovando para que sus productos perduren en todo tipo de cocinas. Lo cuenta Toni Mesquida de la olleria Can Vent de Pòrtol.
Cazuelas y ollas de barro de cualquier forma y tamaño han permitido a todas las culturas elaborar un recetario rico y muy apreciado. Una tradición que perdura también entre los chefs más reconocidos de la isla, como es el caso de Santi Taura.
El barro resulta esencial para entender la cocina mallorquina, al igual que es un elemento históricamente ligado a Marratxí gracias a la tradición cerámica del municipio.
Encontrarán más información en la página web ‘Cerámica de Marratxí’, que aglutina todas las iniciativas, proyectos y recursos que forman parte de la cerámica de Marratxí.
