Los niños, "sus niños", encontraron en el colegio a Pilar cuando empezaron en primero de infantil. Fue su maestra de infantil. Siempre quiso trabajar con niños. Con el paso de los años la profe pasó a ser la directora, aunque reconoce que le gustaría seguir siendo profesora sin más porque la carga de papeleo e historias que requiere la dirección "es un rollo". Se consuela sabiendo que si no fuese directora habría cosas que no podría hacer. Y les da un consejo: están preparados para su paso al Instituto.
Pilar acaba de volver del viaje de fin de curso de esos alumnos y alumnas con los que ha estado siempre. Han ido a Madrid y se lo ha pasado genial. Pilar destaca que está muy orgullosa de su comportamiento, algo que que le daba un poco de miedito, y de haber aprendido cómo hablan las gambas. De milagro pudo ir, porque la huelga educativa estuvo a punto de impedírselo (los directores son servicios mínimos y aunque solicitó permiso se lo denegaron). Una huelga por la que también le preguntan los pelayines. Pilar pensó en tirar la toalla y dimitir (no era la primera vez que lo pensaba) pero aguantó porque se había peleado mucho durante esos 770 días en los que estuvieron fuera del Reype. Porque, dice, se pudo haber gestionado mejor todo lo sucedido.
El Rey Pelayo ha logrado regresar este curso a sus instalaciones. Pendientes de las obras de reforma del ayuntamiento que comenzarán en julio, esperan remontar poco a poco. De los 300 alumnos que tenían cuando el suelo se derrumbó regresaron 100. De cara al próximo curso han recibido peticiones de matrícula, aunque lamentan que se les están quitando recursos necesarios.