Tanto Lidia Corada, representante de los jóvenes a través del Conseyu, como Elena Díaz, voz de los mayores, coinciden en que se tomaron con mucha tranquilidad las horas sin luz. A ambas las pilló en casa y preparadas para aguantar (aunque hubiese que comer frío) y sin sufrir por estar desconectadas al quedarse sin móvil o internet. Pero sí que les ha dado que pensar. Confirmarse nuestra gran dependencia de la energía haría interesante que la sociedad estuviese más preparada para reaccionar. Más allá de los planes y protocolos de las administraciones, la población debería estar menos expuesta a las consecuencias de quedarse sin luz.
El apagón dejó además grandes lecciones de civismo. No solo en carretera, donde muchos conductores recordaron las normas de cortesía, sino también en las comunidades de vecinos, donde se ayudó a aquellas personas mayores con dificultades para acceder a sus hogares al quedarse sin ascensor.
Para las dos tanto jóvenes como mayores, era el primer gran apagón. La dificultad para mantenerse informado y los mensajes un tanto de miedo que se iban escuchando hicieron que por momentos reinara la incertidumbre. Elena y Lidia ya piensan (si no se olvidan) en qué cambios pueden hacer por si acaso...
