Quizá sea ese vicio de cumplir años el que me obliga a olvidar veranos lejanos, pero se me hace difícil evocar otros con tanta chicha en la actualidad. La info no descansa y cada día, pese a la chicharrera, nos vemos abocados a tamizar hechos, algunos inéditos. Esto me lleva a pensar en el vértigo de la profesión por cocinar, emplatar y servir. En muchas ocasiones, sin que la vianda esté bien hecha.
El integrante de la selección francesa Adrien Rabiot no dijo lo que dijo sobre nuestro icono Lamine Yamal, pero no ahondamos más, le endiñamos, con revancha. Los titulares morbosos y polémicos nos neutralizan la buena praxis. En el asunto de Nacho Cano, a esos ingredientes se le añade el prejuicio: actuamos y enjuiciamos en función de si nos cae bien o mal el prota. Ya no hablemos de cuánto sabemos de legislación laboral y más en materia de mano de obra extranjera.
¿Y qué me dices del asunto de los jueces? ¿En cuantos artículos o crónicas hemos visto la diferencia entre juez o magistrado? ¿Cuántos contextos hemos fabricado para saber qué pasa a nuestro alrededor? El público soberano puede vivir en la superficie de las cosas. El periodista ha de bucear y con escafandra. ¡Y más en verano! Amigos, a disfrutar.