AL CAZO CON BLANCA LARA

Eric Ayala: "Los napolitanos me decían que me faltaba el nervio que ellos llevan en el ADN"

El catalán está entre los mejores 100 pizzeros del mundo y no deja de innovar: ha abierto un obrador de queso, donde elaboran productos frescos a diario para llevarlos a la pizzería

Blanca Lara

Madrid |

La historia arranca en el jardín de la casa de Eric Ayala, donde cumplía la última voluntad de su padre, que poco antes de fallecer le dijo: “Haz lo que te haga feliz”. Entonces dejó ADE y tomó la decisión de convertir el jardín familiar en una pizzería.

Me impactó que mi padre me dijera eso y me hizo reflexionar sobre lo que quería hacer”, ha explicado Eric en Por fin. De la noche a la mañana tenía una pizzería clandestina con mesas improvisadas, dos turnos los fines de semana y la vecindad haciendo cola para probar lo que salía del horno azul mosaico que había instalado. Su madre, desde el salón, veía a los clientes pasar al baño dentro de casa. “Al principio nos juntábamos los jueves los amigos y hacía la misma pizza para todos. Con la afluencia que teníamos, decidimos abrir también los sábados y, poco a poco, el boca a boca hizo que tuviéramos mucha faena”, ha recordado el catalán.

Me decían que me faltaba el nervio que ellos llevan en el ADN

Tras el éxito en el jardín de su casa, decidió emprender una nueva aventura: hizo la maleta y se trasladó a Nápoles para aprender de los mejores pizzeros. Llegó a una ciudad orgullosa, ruidosa y deliciosamente desordenada, capaz de hacer de la pizza una religión. Allí, el joven de 23 años aprendió a respetar el tomate, la mozzarella y los 90 segundos de gloria a temperaturas de vértigo. “Fui a Nápoles pensando que tenía un nivel aceptable, pero la verdad fue que me di de bruces con la realidad. Los napolitanos son muy celosos al principio; cuesta mucho conquistarlos. Me decían que me faltaba el nervio que ellos llevan en el ADN”, ha indicado.

Durante su estancia en Nápoles, pidió trabajo en 60 pizzerías y en todas lo rechazaron porque era muy lento. “Una pizzería napolitana es muy desordenada, pero ellos se entienden”, ha explicado Eric. Uno de los días en que estaba buscando trabajo, lo rodearon cerca de una decena de pizzeros para preguntarle qué hacía en Nápoles: “Ellos no entendían que yo hubiera ido a aprender, porque la mayoría tiene el sueño de emigrar a otra ciudad o país”.

Lo que tiene esta pizza es que posee una armonía de sabores

Ahora, ya de vuelta en España, ha abierto Il figlio di Emiliano,donde su pizza estrella es la margarita: “Lo que tiene esta pizza es que posee una armonía de sabores. Nunca se ha hecho otra pizza que esté a su nivel. Son tres ingredientes y, si le pones calidad a los productos, no hay una pizza similar”. Para asegurarse de contar siempre con los mejores productos, el joven Eric Ayala ha dado un paso más y ha abierto un obrador de queso, donde elaboran productos frescos a diario para llevarlos a la pizzería.