En esta época de regalos, si hay uno que no falta en muchas cartas es un perfume. No hablamos de cualquier cosa, llevarlo acaba siendo una seña de identidad, una manera de presentarnos, de que nos reconozcan y también de recordar. Seguro que todos tenemos un olor que nos lleva al pueblo, a nuestra infancia, a la casa de nuestros abuelos y también a personas concretas.
De ello saben bien los perfumistas, los artesanos que trabajan creando diferentes aromas que luego llegan a nuestras manos. Ramón Monegal es todo un emblema en este campo y uno de los grandes referentes en nuestro país.
En su caso, lleva el perfume en su ADN, es la cuarta generación en su familia que se dedica a esta profesión. Creció teniendo muy presente el legado de su padre, de su abuelo, de su bisabuelo, pero siempre ha sabido crear un sello propio.
Bajo la marca familiar creó, entre otros, el mítico Agua Fresca de Rosas de Adolfo Domínguez y en el año 2009 decidió emprender y crear su propia firma, “Monegal”.
Desde entonces su nariz no ha parado de seleccionar y crear aromas que, después, llegan a nuestras manos. Su trayectoria le ha hecho ocupar el sillón Iris de Florencia de la Academia del Perfume. Su historia más reciente está ligada a nombres como Flamenco o Matador, su última creación.
