József El Húngaro llegó a las puertas del Irish Rover, un garito popular en el Madrid de los años 90, de la mano de su compañero de celda en Carabanchel. Tenía experiencia como portero de discoteca y necesitaba un trabajo. Era un hombre en permanente huida, corpulento, reservado, tenía puños de acero y una cara desfigurada, de boxeador. En definitiva, era perfecto para el puesto.
Desde el principio hizo buenas migas con Fernando Campos, el dueño del local, y una noche después del cierre József decidió contarle quién era, y perplejo por lo que estaba escuchando Fernando fue tomando notas en un bloc de pedidos.
Nunca dijo nada de aquella historia, hasta que muchos años después se la contó a un buen amigo, que consideró que era algo que no podría quedarse sin contar. Reconstruyó entonces el puzle de escapadas, deserciones y exilios y se puso a escribirla.
Ahora, Luis Enríquez narra la vida de huida de este curioso personaje en su primera novela, que lleva por título 'József El Húngaro'.