SABIO DE GUARDIA

Ignacio Varela: “Una ley inaplicable no es una ley, es un discurso”

Ignacio Varela, nuestro sabio de sábado, plantea en 'Por fin no es lunes' una "ensalada" de reflexiones que van desde el análisis de lo que denomina la "pulsión regulatoria" de los gobiernos al estudio de otro concepto al que acuña la "presunción de la estupidez".

ondacero.es

Madrid | 18.12.2021 11:08

Ignacio Varela, nuestro sabio de sábado, plantea en 'Por fin no es lunes' una "ensalada" de reflexiones que van desde el análisis de lo que denomina la "pulsión regulatoria" de los gobiernos al estudio de otro concepto al que acuña la "presunción de la estupidez". Y es que, aunque Varela pensaba circunscribirse al primer asunto, a lo largo de la semana ha sucedido algo que le ha invitado a modificar el tema.

La pulsión regulatoria de los gobiernos

Nuestro sabio de sábado sostiene una tesis bien definida: "el afán de regularlo todo conduce a aprobar muchas normas que sencillamente no se pueden cumplir", explica Varela apuntando que "una ley inaplicable no es una ley, sino un discurso". En su guardia, nuestro sabio expone que sería preferible reducir la cantidad de normas vigentes en pos de garantizar su rigurosos cumplimiento debido a que cree que esta pulsión reglamentista conduce a cometer tres graves errores.

En primer lugar, Varela explica que "se invaden espacios que no tienen porqué ser sometidos a ninguna clase de regulación por los poderes públicos debido a que son ámbitos de libertad personal que no afectan al orden colectivo ni a la convivencia".

En segundo lugar, sostiene que "se confunde gobernar con legislar", razón por la cual "muchos gobernantes recitan la lista de leyes y decretos aprobados para explicar la gestión de su Gobierno porque tienden a creer que el BOE tiene propiedades taumatúrgicas y que, por el hecho de hacer una ley, han resuelto un problema.

Y por último explica la gravedad de aprobar leyes cuya viavilidad práctica es limitada. "Se daña el alma misma del Derecho", apunta.

"Se pondrán multas de hasta 200 euros por conducir con el abrigo puesto"

Este fue el titular sobre la nueva Ley de tráfico que Varela leyó el pasado miércoles y que durante un tiempo creyó a pies juntillas. "¡Menos mal que tengo la manía de leerme los papeles y recurrir a las fuentes porque, si no, hoy estaría haciendo un ejercicio penosos de cuñadismo radiofónico!", ha declarado el sabio.

Lo cierto es que cuando Varela consultó el BOE con esta nueva normativa encontró "un puñado de normas cargadas de sensatez y de sentido común que, sin duda, van a mejorar la seguridad en nuestras carreteras", señala el sabio.

"Esta ley es previsora porque empieza a considerar cosas como la conducción autónoma de los vehículos o la posibilidad de incorporar a los coches el Alcolock, un alcoholímetro que bloquea el arranque si el conductor va bebido", añade Varela apuntando que "no dice una sola palabra de abrigos, sino que el conductor está obligado a mantener su libertad de movimientos para controlar el vehículo".

La presunción de estupidez

A continuación, se preguntaba por qué creyó esta noticia "claramente disparatada" durante dos días. Una cuestión a la que atribuye dos respuestas: por un lado, considera que se dejó llevar por su espíritu crítico para con el abuso de la reglamentación y en segundo lugar, porque atribuyó "la presunción de estupidez a una gente que lleva veinte años haciendo las cosas bien". Y lo cierto es que a lo largo de los últimos años la seguridad vial ha mejorado notoriamente en España. "Al comenzar el siglo cada año morían más de seis mil personas en accidentes de tráfico; este año es posible que no lleguen a mil", subrayaba.

Así pues, Varela concluye afirmando que o bien le "traicionó el prejuicio o quizá la conveniencia intelectual" puesto que, en cualquier caso, continúa sosteniendo su tesis y explicando que la presunción de estupidez sí es aplicable, por ejemplo, "a quienes aspiran a obligar a a las plataformas multinacionales a doblar o subtitular sus series o películas en catalán o en cualquier otro idioma". "Uno es un idioma global y el otro una muy digna y valiosa lengua regional", defiende el sabio apuntando que "el mayor daño que se puede hacer a una lengua es sectarizarla, hacer de ella una bandera o usarla como el palo de la bandera para golpear a otros".