Esta semana, la corrupción política ha vuelto al primer plano de la actualidad. La opinión pública se ha visto sacudida por un caso protagonizada por un ex diputado socialista en el que se mezclan presuntos sobornos, cenas en restaurantes de lujo, drogas, prostitución y otros elementos seguramente sórdidos. Se piensa que, hasta ahora, sólo ha aparecido la superficie de este escándalo, que podría tener un impacto importante en las próximas elecciones.
Según Ignacio Varela, "la corrupción política en España ha descendido notablemente, tanto como ha aumentado la corrosión política", y no es gracias a los partidos que "siguen aplicando lentes de aumento a los casos ajenos y nubes de humo para los propios", sobre todo en tiempos próximos a las elecciones. La corrupción española, asegura, ha descendido porque, en primer lugar, los ciudadanos tomaron riendas en el asunto y empezaron a aplicar castigos electorales a los partidos que se veían inmersos en estos casos, llegando a perder (los dos grandes partidos) hasta 4 millones de votos al mismo modo que la justicia "empezó a emitir sentencias durísimas". Segundo, "en los últimos 12 años, han ido más políticos a la cárcel por corrupción que en los 50 años anteriores", comenta el analista político, riesgo que conocen los dirigentes y que les frena ante estas actuaciones. En tercer lugar, explica, se encuentra "la presión de la Unión Europea que tiene protocolos y procedimientos de gestión muy exigentes".
Por otra parte, cuenta que, "en sentido inverso, se deteriora la higiene de nuestro sistema institucional" con bloqueos de órganos institucionales, "chapuzas legislativas", abusos de los Decretos-Ley, "gallinero parlamentario", "polarización sectaria", trabajo mediante la mentira y la influencia paulatina de los "populismos antisistema"; "así que hoy, en la política española, se roba menos que antes pero el sistema institucional está cada vez más corroído" porque "esas prácticas de corrosión aún no tiene suficiente sanción electoral". "La acción de la justicia es muy importante pero en democracia, lo más eficaz para sanear el entorno, son las urnas", recalca.
A veces, según Ignacio Varela, aparecen casos como el 'Tito Berni' que tiene varias vertientes porque "produce espanto pero también se presta al cachondeo, que tiene morbo por lo que hay en él de escatológico pero a la vez resulta deprimente, y que atenta por igual a la ética y a la estética". Es la historia de una persona que estafa a los empresarios usando su catalogación de diputado que recuerda a "un caso de corrupción retro, un viaje hacia atrás en el tiempo", según Ignacio Varela", algo que "tiene más de picaresca cazurra que de corrupción moderna" que "escandaliza más por pringoso que por criminal". "El Tito Berni y todo lo que lo rodea apestan a rancio", lo que conllevará un episodio "tan dañino políticamente para su partido", afirma.
Además, establece que el caso permite elaborar varias preguntas que tiene que ver con la "higiene política". Una es sobre el sistema por el que se seleccionan a las élites y a los partidos políticos porque el Tito Berni ha sido elegido varias veces para representar a los españoles en el Congreso u ocupar altos cargos en el Gobierno de Canarias, lo que hace preguntarse "¿qué criterios de objetivos de selección se usan para que personajes del inframundo como este lleguen tan lejos?". La segunda sería sobre los tiempos porque se le obligó a dimitir con un gran silencio varios días antes del apogeo del escándalo, lo que supone que alguien de su partido le tuvo que facilitar una investigación llevada a cabo por la Guardia Civil que estaba en curso, lo que conlleva al ministro del Interior para saber "quién dio el soplo a Ferraz", a los dirigentes de Ferraz "si informaron al Secretario General del Partido Socialista" y saber cómo qué hizo este "para tomar cartas en el asunto". La última pregunta sería "cuál era exactamente el producto que Berni vendía a sus clientes" porque un diputado no tiene el suficiente poder para vender los diferentes productos.
Por último, el sospechoso analiza la parte del "morbo" de la prostitución que "si un partido decide ponerse estupendo con ese asunto y hace bandera ideológica del abolicionismo, debe tener precaución extrema con los puteros de la familia porque si no, sus líderes, pueden terminar convertidos en la versión progre de aquellos macarras de la moral que cantaba Serrat porque, como dijo Perón, en la política se puede volver de cualquier lugar menos del ridículo".