OBJETOLOGÍA

De tinteros, tintas y plumas

En Por fin no es lunes Isabel Lobo objeta sobre el tintero que fue la forma habitual de proporcionar tinta a las plumas antes de la difusión de la pluma estilográfica con un sistema fiable de expulsión a finales del siglo XIX.

ondacero.es

Madrid | 28.05.2022 12:20

En Por fin no es lunes Isabel Lobo objeta sobre el tintero. Este objeto cuenta generalmente con una tapa con el fin de evitar la contaminación, evaporación, derrame accidental y excesiva exposición al aire. A menudo están fabricados en vidrio, porcelana, plata, bronce o peltre que se utiliza para conservar la tinta en un lugar próximo y accesible a la persona que escribe. El tintero se ha utilizado desde tiempos inmemoriales. En el Museo de Nápoles se hallan preciosos tinteros romanos cilíndricos y poligonales, de bronce y con incrustaciones de plata que producen sobre el fondo dibujos y figuras artísticas.

Y relacionado con el tintero, la escribanía que es un conjunto de artículos para escribir que se disponían sobre la mesa de despacho o escritorio. La escribanía como mueble de escritorio no aparece en fecha anterior al siglo XV y aun entonces debió ser raro hasta el XVII. Pero como artículos de escritorio de escribir se halla repetido desde la mejor época del arte romano. La verdadera escribanía consta de tintero, pluma, salvadera (vaso con arena para secar el escrito), timbre para llamar y algún cuchillo o abrecartas pequeño.

El tintero de Heráclito

El tintero de Heráclito es el detalle poco conocido de "La Escuela de Atenas", la famosa pintura de Rafael. Pasó casi completamente desapercibido para los historiadores y críticos durante medio milenio. Al lado del brazo izquierdo del escritor, que está sentado cerca del centro de la pintura, un simple tintero se tambalea en la esquina de un bloque de mármol, apenas a un codazo de caerse y abrir un agujero negro en el corazón de la obra de Rafael. Ese objeto transforma el fresco de Rafael de ser un tributo bidimensional al pensamiento racional en una meditación mucho más profunda sobre la existencia. Para entender la función simbólica de ese objeto, debemos recordar por qué Rafael pintó el fresco, dónde se encuentra en el Vaticano y qué representa la pintura.

Fue una ocurrencia tardía. La figura ha sido reconocida durante mucho tiempo como un híbrido de más de una figura histórica. Por un lado, se cree que es un tributo al venerado rival de Rafael, Miguel Ángel, con quien comparte rasgos faciales. Al mismo tiempo, su aire malhumorado recuerda a la actitud abatida del filósofo griego presocrático Heráclito. Que Rafael haga una alusión de última hora a Heráclito, congelado para siempre en el acto de escribir sus obras, es crucial para la coherencia de su fresco.

La tinta de calamar de un ser rarísimo se llama moco luminiscente

Hablamos del calamar vampiro del infierno, mitad calamar, mitad pulpo. Fue visto por primera vez en 1903 y lo inmortalizó en un dibujo el zoólogo francés Louis Joubin, en una de las expediciones científicas del príncipe de Mónaco en 1920. Pese a su imagen aterradora, mide solo quince centímetros y es el único octópodo que no es un depredador. La ilustración de Joubin es parte de una reveladora exposición sobre las profundidades oceánicas del Bioparc Acuario de Gijón, hasta el 4 de diciembre.

El calamar vampiro vive en aguas templadasy tropicales de todo el mundo a un profundidad de 900 metros o más. A esa distancia, el oxígeno escasea y para habitarla hay que tener un metabolismo muy singular. El calamar vampiro es, de hecho, el único cefalópodo que puede hacerlo. Otra característica imprescindible para sobrevivir allá abajo es adaptarse a la falta de luz. De ahí que tenga unos ojos de extraordinario tamaño. Sus enormes globos oculares permiten detectar incluso el más remoto de los reflejos. Tiene, además, un par de fotorreceptores en la parte superior de su cabeza, que le alertan de los movimientos que se producen por encima de él. Lo que no tiene es tinta de calamar. Porque no le resultaría útil donde todo ya es negro. Lo que expulsa al sentirse amenazado es una especie de moco, una nube bioluminiscente que lanza desde la punta de sus brazos, una cortina luminosa para despistar a los enemigos.