La realidad nos ha demostrado que las guerras del siglo XXI no han dejado de ser lo que fueron los conflictos bélicos desde que el ser humano encontró una forma de organizarse como sociedad.
Incorporamos a nuestros análisis y conversaciones, conceptos como 'ciberguerra', una forma supuestamente más aséptica de causar dolor. Asegurábamos que la guerra tradicional dejaba paso a conflictos en los que la tecnología y lo virtual nos llevaban a otra dimensión bélica.
También hemos jugado con facilidad con esa idea llamada 'la guerra relámpago'. El resultado es idéntico: dolor.
Estados Unidos y Europa responden de momento, no con fuego de mortero, sino con artillería económica. La metralla de dichas sanciones alcanzará a los propios ciudadanos rusos y causará dolor en nuestros bolsillos, pero claro, hablar de nuestro dolor ante lo que estamos viendo y siguiendo es muy difícil.
Nada ha cambiado, absolutamente nada. Es una guerra. El dolor, el real, el de 44 millones de europeos a los que les ha cambiado la vida en unas horas.