Una de las coronas más representativas y que tiene más vida propia por todos los achaques que acumula en su estructura es El Penacho de Moctezuma, el tocado de plumas aztecas que lleva maravillando 500 años y que podremos disfrutar otros 500 si seguimos cuidándolo como hasta ahora.
María Moreno Guzmán es investigadora y especialista en arte plumario del México antiguo y una de las pocas afortunadas que ha podido examinar con detenimiento esta joya del México antiguo.
En Por fin no es lunes, explica que no ha podido tenerlo en sus manos porque su condición física es muy delicada y los procedimientos de conservación que se aplican para estabilizarlo, limpiarlo y evitar algún deterioro hacen que su manipulación tenga que ser muy cuidadosa, con pinzas o pipetas muy finas e instrumental que apenas toque la superficie.
¿Cuál es la imagen previa de esta joya azteca? "La primera impresión es impactante", reconoce, "ya que estamos ante un objeto de dimensiones considerables -178 cm de largo y 130 cm de alto- formado por plumas multicolores e iridiscentes más las finas láminas de oro. Su composición formal hace que en ese acomodo resulte muy atractivo a la vista".
Sin embargo, lo que más impacta es lo que se averigua cuando se tiene una segunda exposición a él: "ahí, empezamos a comprender su complejidad al ver sus múltiples capas superpuestas con las que está ensamblado y una serie de materiales constitutivos que al tiempo a través de laboratorios y análisis químicos y biológicos pudimos caracterizar".
Se trata de un objeto ligero, flexible y dinámico que al frente tenía un pico de oro que en algún momento desapareció y que por detrás tiene restos de un gorro emplumado. Una imagen que se hacen los expertos cuando empiezan a diferenciar entre aquellos materiales originales y los que corresponden a las restauraciones posteriores, como la de finales del siglo XIX, en 1878.