"Querido alumno: te estamos engañando". Con este título, un profesor universitario ha publicado una carta en su perfil de Linkedn, una carta cruda en la que habla de lo que ve a diario en el aula: alumnos desmotivados y con un nivel pésimo. "Soy consciente de que para vosotros solo soy un estímulo más que compite con las redes sociales y el basto imperio de Internet", llegó a escribir a sus alumnos.
Marc Schmidt es otro docente de la enseñanza secundaria que anunció en redes sociales que lo dejaba porque se estaba amargando la vida. Es grave, sobre todo si tenemos en cuenta que Mark dejó su trabajo como ingeniero hace cinco años para seguir su vocación de enseñar.
El pasado mes de noviembre, el defensor del profesor desvelaba unos datos sobre los que deberíamos pensar:
- El 78% de los docentes atendidos por este organismo sufre ansiedad.
- Un 15% está de baja por depresión.
Daniel Arias Aranda es catedrático en la Facultad de Ciencias, Económicas y Empresariales de la Universidad de Granada que lleva dando clases 25 años y en los últimos años ha podido ver cómo pasaba de tener cientos de alumnos haciendo cola frente a su despacho para una tutoría a comprobar cómo ahora se está más pendiente del nuevo vídeo de TikTok que de lo que cuenta él.
Aunque en sus clases no es obligatorio traer móviles o portátiles, asegura que todos los llevan, pero que apenas se oye el sonido del teclado que indica que se están tomando apuntes: "Este curso les comenté que con la pandemia di dos años de clase online y ninguno de los alumnos encendía su cámara. Así que he pasado de dar clase a una pantalla en negro a dar clase a alumnos que se ocultan tras el portátil".
Asegura que siempre ha supuesto que, al ser alumnos mayores de edad -muchos de 18, 19 o 20 años-, saben cómo gestionar su tiempo, pero en los últimos años ha podido observar que no es así, que tienen "deficiencias en habilidades blandas" que no se han desarrollado en la época de la enseñanza primaria y secundaria.
¿La enseñanza tiene que ser divertida?
Una de las críticas que se ha lanzado al profesorado en los últimos años es que no se han modernizado y no han conseguido enganchar y divertir al estudiante que ahora reflexiona, mira y vive a otra velocidad. En definitiva, entretenerle para que preste atención.
Sobre esto, Daniel asegura que se ha hecho "todos los cursos que se pueden hacer" sobre nuevas metodologías y motivación de estudiantes, y que el profesorado intenta modernizarse, pero que uno de los problemas es que las clases están excesivamente llenas: "El tema de Bolonia se puede hacer con 15 alumnos, pero no con 50, 70 o 100".
Explica que dentro de las limitaciones que tienen, hacen lo que pueden, pero está claro que hay algo a lo que nunca podrán aspirar: "Yo no puedo competir contra TikTok ni contra Instagram. Ellos invierten cientos de millones de dólares en atraer la atención de los usuarios y ni yo ni la universidad española tenemos esa capacidad financiera".
"Me da vergüenza mandar callar a estudiantes universitarios"
Antes tenía cientos de estudiantes haciendo cola frente a la puerta de su despacho pidiendo una tutoría. Ahora, esos alumnos apenas llegan a los 15. Asegura sentir mucha tristeza cuando ve un corrillo de estudiantes fuera del aula "cada uno con su móvil". "Cuando hablan entre ellos es porque uno le está enseñando a otro algo que ha visto en el móvil. Y eso me ha pasado a mí en clase. Estar explicando un concepto como la 'Cadena de valor' y ver a dos alumnos partidos de risa. A partir de ahí, he tenido que separar a gente, echarles de clase, marcharme yo porque aquello era un murmullo generalizado".
Engaña más que enseña: la triste reflexión de Daniel
Cuando en su carta viral escribió "Querido alumno: te estamos engañando", se refería a que en España hay un problema estructural a nivel de educación porque se fijan unos determinados objetivos para el profesorado basados en el éxito y las notas. Pero en el momento en el que no se le plantea a los alumnos la realidad (falta de habilidades, cosas que no hacen bien), "en ese momento, les estás engañando".
Muchos le decían por redes que lo que tenía que hacer era dejar la enseñanza: "No, si yo quisiera seguir engañando no hubiera escrito esa carta. Lo que hago es poner encima de la mesa la compleja situación que tenemos donde he recibido mensajes de profesores de secundaria que me han hecho llorar de la situación en la que están".
Daniel asegura que estas nuevas generaciones "van a ser nuestros médicos, periodistas y abogados del futuro" y que a lo mejor es "necesario abrir un debate" sobre la enseñanza en España, "que parece que sólo lo abrimos cuando estamos cambiando las leyes de enseñanza".