ENTREVISTA

El columpio, un divertimento infantil, pero también un instrumento de tortura, medicina y erotismo

La RAE lo define como “una cuerda atada en alto por sus dos extremos para que una persona se siente en el seno que forma en el medio, cogiéndose con las manos de los dos ramales y pueda mecerse por impulso propio o ajeno”. Hablamos, por si no lo han pillado, del columpio. Que para muchos será poco más que esto.

ondacero.es

Madrid | 02.01.2022 11:59

Para otros, como el invitado que ha pasado hoy por los micrófonos de ‘Por fin no es lunes’, un columpio es mucho más. Es un elemento casi mitológico, un tratamiento médico, un símbolo erótico… y hasta un instrumento de tortura. Javier Moscoso es filósofo, investigador del CSIC, y autor del ensayo ‘Historia del columpio’.

Los orígenes, al menos los mitológicos, del columpio, tienen que ver con la diosa Isis. Cuenta la leyenda que Seth, hermano de Osiris, lo mató. Y lo troceó. Isis, que además de su mujer era también su hermana, reconstruyó el cuerpo y usó su pene como asiento para columpiarse.

En la mitología griega también aparece. Concretamente en la historia de Erígone. Su padre, Icario, le había dado vino a unos pastores y estos, al emborracharse, pensaron que les había envenenado y lo mataron. Erígone lo encuentra muerto y se cuelga de un árbol, pidiendo que todas las doncellas de Atenas sufran el mismo destino hasta que su padre sea vengado. Efectivamente, empiezan a suicidarse hasta que se detiene y se ejecuta a los pastores asesinos. En honor a Erígone e Icario se instituye un festival en el que las doncellas se balancean sobre cuerdas colgadas de árboles.

El columpio es también, tradicionalmente, un elemento que subvierte la realidad. Los que más abajo estaban en la escala social eran los que jugaban a estar encima. Las mujeres, por ejemplo. Es parecido al carnaval, cuando los pobres se disfrazan de obispos, de reyes. Y viceversa.

El columpio acaba en manos de los niños como tantas otras cosas, cuando los adultos dejan de interesarse por él, a finales del XIX, con el desarrollo del parque infantil.

A lo largo de la historia ha ayudado a tratar enfermedades mentales, trastornos autistas, mareos… El doctor Erasmus Darwin, en el siglo XVIII, lo recomendaba algunas semanas antes de embarcarse para ir acostumbrando al cuerpo al balanceo y al “desequilibrio”. Había que bailar muchos valses y columpiarse, cuenta. Para “amarinerarse”. También servía para tratar la tuberculosis o la tisis.

También se ha utilizado como instrumento de tortura en China, por ejemplo.