Este domingo en Por fin no es lunes tomamos nuestra Carretera Secundaria para dirigirnos al sur. Nuestro destino se encuentra en Cádiz, en Torre-Alháquime, un pequeño municipio de pasado musulmán y de antiguos bandoleros que hoy cuenta con apenas 800 moradores. A su castillo de estilo nazarí y a los restos de la antigua muralla de su fortaleza medieval, hay que añadir toda una joya artística que bien podría trasladarnos a la época del renacimiento.
Echamos la vista atrás. Nos situamos en 1508. Aquel año, el Papa Julio II encargó a Miguel Ángel la decoración de la Capilla Sixtina. Consagrado como uno de los mejores escultores de la época, su inexperiencia en la pintura le trajo más de un quebradero de cabeza. Sus enfados y sus continuas protestas no impidieron que el pontífice, fascinado por su trabajo, le permitiera elegir los motivos de la bóveda y llevarlos a cabo con total libertad.
Sólo, atormentado y dolorido por el gran esfuerzo, el Divino - como le llamaban- trabajó durante más de cuatro años, a 20 metros de altura, sobre las tablas de un andamio, pintando a medio metro de la bóveda. Tras un esfuerzo titánico, casi sobrehumano, Miguel Ángel terminó su obra maestra en octubre de 1512. El resultado fue deslumbrante. Nunca se había visto nada igual.
Más de 500 años después, un gaditano ha vuelto a repetir la hazaña. Al igual que Miguel Ángel es obstinado, insistente y un gran artista. Ha dedicado 10 años de su vida a construir un templo neoclásico con una bóveda, decorada con sus propias manos, evocando la grandiosidad de la obra de Michelangelo. La “Capilla del Arte”, como la bautizado, se encuentra en mitad de un viejo olivar y recrea más de 400 figuras.
En Por fin no es lunes hablamos con el artífice de esta proeza. Se llama Miguel Sevillano y es pintor. Él nos descubre cómo ha sido el proceso de creación y la dificultad a la que se ha enfrentado. Mario Torrejón, el modelo de algunos de sus retratos también nos cuenta su experiencia. ¿Quieres conocer todos los detalles?