La cumbre de la OTAN termina con el compromiso de ampliar el gasto en defensa hasta el 5%. A pesar de que Sánchez soñaba con hacer descarrillar el encuentro. O quien sabe si incluso con una regañina por parte del emperador americano al estilo Zelenski que reforzara, ante socios y votantes, su imagen de rebelde antiyanqui.
Pero no ha tenido su minuto de gloria. Sólo un forzado aislamiento en la foto de familia. Y la deliberada renuncia a participar en corrillos en los que en otras ocasiones se ha pegado por estar. Pero esta vez era distinto. Esta vez primaban sus intereses nacionales. Rentabilizar la imagen de Quijote para que durante unas horas no se hablara de la infección que le rodea. La maniobra para intentar cambiar el foco ha sido tan burda como una conversación sobre mujeres o dinero entre Ábalos, Koldo o Cerdán.
