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Severiano Ballesteros

El golf pierde a uno de sus números uno de la década de los '80 y uno de los jugadores modernos del Viejo Continente más laureado en los 'majors', sólo superado por el inglés Nick Faldo, con seis 'grandes', y como el que mayor número de triunfos posee en el Circuito Europeo, rozando el medio centenar, la última en 1995, en un Open de España, para un total de 87 conquistas.

ondacero.es

Madrid | 08.05.2011 19:05

"Con Ballesteros se produjo la génesis del golf moderno, hizo que la bola 'hablase'", aseguró durante la presentación de la autobiografía del cántabro el periodista Michael Robinson, nacido en Reino Unido, un país que siempre profesó desde todos sus niveles una admiración inconmensurable por 'Seve'.

Seguramente, porque el de Pedreña, que descartó el duro mundo de las traineras donde su padre Baldomero era una figura destacada, firmó en las Islas actuaciones memorables, como sus tres Abiertos Británicos (1979, 1984 y 1988), o sus gestas en la Ryder Cup, un torneo muy apreciado por los británicos.

Por eso también decidió allí, en Carnoustie (Escocia) 2007, en la edición del 'British' en la que Sergio García estuvo muy cerca de heredar su victoria y en el recorrido donde jugó su primero Abierto Británico con 18 años, anunciar que dejaba el golf, "la decisión más difícil" de su vida, meses después de haber intentado la aventura del 'Champions Tour', el circuito americano para veteranos porque tenía ganas de "seguir luchando".

Una lucha iniciada desde pequeño, impulsado por su tío Ramón Sota, destacado jugador de la década de los 60 y principal baluarte familiar del golf, y apoyado por unas cualidades innatas. Explotó a mediados de los 70, cuando el juego era cosa de anglosajones, y en 1976 deslumbró en el Royal Birkdale, liderando el 'major' británico durante tres días, pero finalizando segundo empatado con un mito como Arnold Palmer.

Ahí, empezó su idilio con el 'British', que no culminó hasta tres años después cuando lo conquistó siendo el más joven hasta ese momento en hacerlo y cuando ya estaba consagrado en el Viejo Continente, con tres de sus seis Orden de Mérito en su haber (1976-77-78).

Un año más tarde amplió su palmarés con su primera 'chaqueta verde' en Augusta, el primer europeo en enfundarse esa prenda, que se volvería a vestir en 1983, cuando ya era considerado por muchos como el número uno. Sin embargo, España apenas conocía la figura de este cántabro que tardó en encontrar el reconocimiento de su país para su persona y el golf. En 1984 y en 1988, sumó los otros dos Abiertos Británicos y en 1989 recibió el Premio Príncipe de Asturias del Deporte.