Europa está pendiente de las urnas griegas. La Unión Europea demuestra así su debilidad. Está a expensas de lo que salga de unas elecciones en las que sólo participan 10 millones de europeos. El futuro del euro, el porvenir de la moneda única y de la Unión Europea, un tercio de la riqueza mundial, dependen de un país que sólo representan el 2% del PIB de la zona euro. Es la demostración más evidente de la incongruencia y de la falta de liderazgo de los políticos europeos. El laberinto griego y las crisis en cascada: financiera, inmobiliaria, económica y de deuda, han generado la Gran Recesión y la falta de respuestas ha ido derivando en una parálisis creciente de las instituciones europeas, ya sea el Consejo, la Comisión o el Banco Central. Todos hablan mucho pero todos actúan poco. Hay una escasez de medidas, proporcional a la verborrea declarativa. Únicamente se aprueban parches paliativos que no resuelven el problema de fondo: un nefasto diseño de la arquitectura política de la Unión Europea y en especial de la zona euro. Una moneda necesita contar con un Ministerio de Hacienda y éste Ministerio debe estar engarzado en un Gobierno europeo. Este Gobierno debe estar asistido por un auténtico Banco Central Europeo y no como el de ahora, que es simplemente una agencia de liquidez. Todo esto envuelto en una Unión fiscal y financiera. Y por supuesto, con un control real del Parlamento europeo. Y es que Europa es demasiado grande para dejársela sólo a los griegos. Europa también es demasiado valiosa para dejársela en exclusiva a Alemania y a su canciller, Angela Mérkel. Da la sensación de que Berlín ha secuestrado al Banco Central Europeo. Es posible que al final permita que intervenga, el problema es que el manguerazo de dinero llegue tarde, que la inundación de dinero llegue cuando sólo queden cenizas. Lo curioso de los políticos es el olvido selectivo. En Alemania se acuerdan mucho de la inflación de los años 20. Pero olvidan cómo terminaron las dos grandes operaciones financieras del siglo pasado. Las onerosas reparaciones del Pacto de Versalles tras la primera Guerra Mundial o el Plan Marsahll tras la Segunda que abrió la puerta a las décadas de prosperidad. Berlín tiene que decidir qué quiere para Grecia y para el resto de Europa: el Armisticio de Versalles o el Plan Marshall.
Minuto económico: Versalles o Marshall
Europa está pendiente de las urnas griegas. La Unión Europea demuestra así su debilidad. Está a expensas de lo que salga de unas elecciones en las que sólo participan 10 millones de europeos. El futuro del euro, el porvenir de la moneda única y de la Unión Europea, un tercio de la riqueza mundial, dependen de un país que sólo representan el 2% del PIB de la zona euro. Es la demostración más evidente de la incongruencia y de la falta de liderazgo de los políticos europeos. El laberinto griego y las crisis en cascada: financiera, inmobiliaria, económica y de deuda, han generado la Gran Recesión y la falta de respuestas ha ido derivando en una parálisis creciente de las instituciones europeas, ya sea el Consejo, la Comisión o el Banco Central. Todos hablan mucho pero todos actúan poco. Hay una escasez de medidas, proporcional a la verborrea declarativa. Únicamente se aprueban parches paliativos que no resuelven el problema de fondo: un nefasto diseño de la arquitectura política de la Unión Europea y en especial de la zona euro. Una moneda necesita contar con un Ministerio de Hacienda y éste Ministerio debe estar engarzado en un Gobierno europeo. Este Gobierno debe estar asistido por un auténtico Banco Central Europeo y no como el de ahora, que es simplemente una agencia de liquidez. Todo esto envuelto en una Unión fiscal y financiera. Y por supuesto, con un control real del Parlamento europeo. Y es que Europa es demasiado grande para dejársela sólo a los griegos. Europa también es demasiado valiosa para dejársela en exclusiva a Alemania y a su canciller, Angela Mérkel. Da la sensación de que Berlín ha secuestrado al Banco Central Europeo. Es posible que al final permita que intervenga, el problema es que el manguerazo de dinero llegue tarde, que la inundación de dinero llegue cuando sólo queden cenizas. Lo curioso de los políticos es el olvido selectivo. En Alemania se acuerdan mucho de la inflación de los años 20. Pero olvidan cómo terminaron las dos grandes operaciones financieras del siglo pasado. Las onerosas reparaciones del Pacto de Versalles tras la primera Guerra Mundial o el Plan Marsahll tras la Segunda que abrió la puerta a las décadas de prosperidad. Berlín tiene que decidir qué quiere para Grecia y para el resto de Europa: el Armisticio de Versalles o el Plan Marshall.