Qué de paradojas tiene el vivir y los andares humanos. Tenemos chamuscada el alma por la tragedia del Campanar donde, de nuevo, aflora la más noble solidaridad humana de vecinos y desconocidos, y a la par, convivencia obligada en los medios con la codicia de miserables que no se cortaron ni un pelo con otra gran tragedia como la pandemia Covid.
De un lado taxistas que dejan de trabajar para socorrer y en otro, comisionistas que amasaban millones mientras intubados agonizaban en las UVI. ¿Las dos Españas? Pues quiero pensar que no. Quiero pensar que una es pequeñita, menguante y que se persigue bien y que la otra es gigantesca, orgullosa y en edad constante de esparcimiento.
En los últimos años, he visto defender a expertos en comportamiento humano la tesis de que nacemos sanos y que la vida nos contamina, nos malea. También hay defensores que consideran la maldad como rasgo innato, lo reconozco.
Sea como fuere, como pueblo, como sociedad, como colectivo, sabemos cómo mejorar y que ese camino ya lo tenemos iniciado. Hoy son muchas las lágrimas, pero aprendemos y reparamos, créanme. Hay muchos julianes y pocos koldos. Amunt Valencia.