El electoralismo es una pandemia no declarada por la OMS pero que suele personarse cíclicamente en las democracias.
La industria farmacéutica no busca vacunas, deja hacer, por eso los políticos la padecen y la contagian de manera masiva. Los síntomas son conocidos y aceptados: acercamiento masivo a los medios, sonrisas desbordadas, mucho contacto de manos, de abrazos, de selfis festivaleros por doquier y sobre todo, el más grave: promesas multiplicadas.
Insisto en que antídoto no se busca, no compensa, pero algún instrumento de control sí se me ocurre para que los efectos secundarios de este último no abochornen: propongo organismos independientes formados por expertos de diferentes materias que al concluir legislaturas evalúen el grado de cumplimiento de esas promesas cacareadas.
Es más, propongo que para la siguiente campaña, el inicio sea ese, en vez de cartelitos y brochazos, rueda de prensa de los expertos dando porcentajes de cumplimientos o sonrojos. Sería más diver y sobre todo, más real.