En muchos rincones, y más a esta hora, hace frío, es lo que toca, es lo normal, las borrascas con nombres exóticos campan a sus anchas mientras las gripes, los resfriados y las bronquitis les siguen a la zaga. Yo creo que de manera cuantiosa, desmesurada.
Trabajamos rodeados de toses (sin mascarilla, ya pasamos de los aerosoles). Por todo esto me apetecería ver pulular por las teles a médicos y virólogos hablar de si somos una especie ahora más vulnerable después de estar 2 años enmascarados.
Me gustaría saber por qué ya no se llama al país a vacunarse de la cuarta dosis, habiendo recibido decenas de mensajes similares durante estos últimos dos años: los efectos de las vacunas se pasan, caducan, pierden eficacia.
Y por supuesto, me encantaría la reflexión colectiva como sociedad en torno a la clase médica: de aplaudirlos como héroes en plena pandemia a desconocer casi por completo su realidad laboral y a pasar olímpicamente de sus reivindicaciones.
Mal pagados, mal tratados y encima ignorados. Y muchos con legañas en estas horas por la convocatoria de las 11.171 plazas MIR. Más memoria y reconocimiento, compatriotas míos, que el olvido en estas cosas hace pupita.