OPINIÓN

VÍDEO del monólogo de Carlos Alsina en Más de uno 24/12/2018

En el día de la Nochebuena, el rey pronunciará esta noche su discurso.

Más parecido, se dice, al texto inocuo que declamó hace dos semanas en el Congreso que a aquel discurso comprometido de hace un año que le puso a Puigdemont el flequillo de punta. Ofendiditos el fantasma de Waterloo y su corte de pelotas, bufones y oportunistas porque el jefe del Estado se había atrevido a reclamar el cumplimiento de las normas y el respeto al derecho a decidir del conjunto de los españoles.

Terminó de pulir su discurso de esta noche el monarca al calor del encuentro navideño, e inflado, del primer ministro Sánchez y el delegado de Puigdemont en Barcelona. Siendo el del rey un discurso que visa el gobierno, vamos a ver cuánto queda del espíritu aquel del tres de octubre y cuánto se ha dejado empapar por la doctrina sanchista y neo marianista que invoca el diálogo como si el mero hecho de sentarse en un mismo sofá significara que dos personas ya han conseguido acercar posturas. Esta doctrina que otorga a la imagen un valor máximo y la palabra ‘reunión’ un valor taumatúrgico, o sea, mágico.

En la Moncloa exaltan estos días la distensión y el apaciguamiento. Proclaman que lo del jueves pasado en Barcelona fue un gran éxito porque convierte a Sánchez en el constructor de puentes que, desde el centro, se enfrenta al extremismo independentista y al extremismo de las derechas. Bendito sea Sánchez que nos preserva del caos, el fanatismo y el 155 perpetuo. En realidad lo que tenemos es a un presidente que hace girar sobre el escenario, y a la vez, todos los platillos chinos. Por si suena la flauta, la negociación de los Presupuestos. Por si no suena, la amenaza de intervenir la autonomía catalana. Un día manda a Ábalos a gruñirle a Torra que es un iluminado peligroso, al siguiente le firmo el papelón éste que dice que en Cataluña hay un conflicto y que la Constitución es mejor no nombrarla. Si consigue sacar las cuentas, qué hacha, Sánchez, que con 84 diputados es capaz de goberna España. Si fracasa en lo de las cuentas, qué firme, Sánchez, que les para los pies a los independentistas insaciables. ‘Todo positivo, nada negativo’, es el lema de los ivanes de Moncloa. Lo que pasa es que ya lo era antes de la jornada electoral andaluza —el desplome del PP iba a convertir a Sánchez en el rey del mambo— y ya sabemos lo que pasó: que gobernando Sánchez ocurrió lo que nunca antes había ocurrido: el PSOE perdió el poder y Casado pudo tocar las castañuelas habiéndose dejado siete escaños.

En mayo sabremos si el electorado premia a Pedro por haberse prestado a tratar a Torra como un gobernante superior al resto de los gobernantes autonómicos y si hacer depender la legislatura del capricho de Puigdemont y Junqueras es un logro político o un despropósito. En mayo sabremos si se le reconoce a Pedro el mérito de haber alejado a Torra de la vía unilateral o si, poniéndolo en perspectiva, esto del jueves no pasar de ser la reedición de aquel extraordinario clima de comprensión y diálogo que se adueñó de la Moncloa en junio con la visita de Torra. Y que seis meses después tenía al gobierno de España enviando requisitorias a Barcelona.

En su entrevista a La Vanguardia lo dijo con bastante claridad el presidente: primero, el diálogo, en realidad, no ha empezado.

Y segundo, la propuesta que hace el gobierno es un nuevo estatuto de autonomía.

Un estatuto que para ser constitucional tendrá que huir de cualquier alusión a la autodeterminación de los pueblos. Y por el que ya le preguntamos en este programa a Elsa Artadi e igual de claro dijo que ellos no están para más autonomía.

De manera que sí, Sánchez cedió para que el gobierno catalán se sintiera distinguido en la comparación con el esto de gobiernos autonómicos, Sanchez les firmó un papel en el que llama conflicto a la cuestión catalana (así lo llama el independentismo) y en el que no menciona ni la Constitución ni al resto de los españoles. Pero a cambio ha obtenido… A cambio ha obtenido… A cambio ha obtenido que su continuidad en la Moncloa siga en manos del independentismo y que Torra no le monte otro referéndum.

En este día de la Nochebuena, el presidente del gobierno viaja a Rota y se sube a un buque de guerra que lleva el nombre del rey de antes para felicitar las pascuas a nuestros militares en el extranjero.

Un buque de guerra llamado Juan Carlos I. Hoy Pablo Iglesias no va a querer ver la imagen de su compadre Pedro. Compadre, competidor y dueño de la llave del calendario. Él decide cuándo serán la elecciones generales y todo lo que viene haciendo estos días busca tener todo el margen posible para que sean cuando mejor le venga.

Nochebuena en Barcelona. Los mossos de esquadra buscan a un tipo llamado Lmidi Brahim, marroquí que trabajó de conductor de autobús en Casablanca antes de fanatizarse y entrar en la órbita de grupos yihadistas. No existe confirmación de que haya entrado en España, pero el servicio de inteligencia de Estados Unidos tiene razones para pensar que lo ha hecho y que no tiene buenas intenciones. Ha hecho llegar la información a las fuerzas de seguridad españolas con la sospecha de que este Brahim pretenda organizarnos alguna en las fiestas navideñas.

En realidad, y como cuenta Ignacio Cembrero en El Confidencial, este tipo de avisos de los estadounidenses es habitual, sólo que en este caso se dan más precisiones que otras veces. Ahí está el consulado en Barcelona recomendando a sus nacionales que eviten la Rambla, la Plaza de Cataluña y el portal del Ángel. De hecho, la policía autonómica ya ha reforzado la seguridad en éstos y en otros puntos turísticos de la ciudad, donde se produce la mayor concurrencia de personas no sólo en estas fechas, sino todo el año. Después de lo ocurrido en el verano de 2017, cuando los atentados de Barcelona y Cambrils, las alertas recibidas traen consigo medidas especiales por si acaso.