OPINIÓN

VÍDEO del monólogo de Carlos Alsina en Más de uno 21/09/2018

Las elecciones andaluzas, entonces, ¿para cuándo?

Ésta una de las preguntas políticas de las últimas hora: ¿por qué Susana no convoca?

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 21.09.2018 08:18

¿A qué espera la señora presidenta para disolver el Parlamento andaluz, si es un clamor que pretende hacerlo y ya empezaron PSOE y Ciudadanos hace quince días a escenificar, con gran entrega actoral, la ruptura?

¿Qué no tiene claro Susana Díaz? ¿Qué teme que suceda si sus elecciones se ven afectadas por un momento bajo de forma, por ejemplo, de Pedro Sánchez? Antes del verano estaba claro que el éxito de Sánchez llegando contra pronóstico al gobierno le había dado al PSOE subidón, subidón. Viento a favor para ir a las urnas, en otoño, en Andalucía e incluso para plantearse unas elecciones generales en las que superar, bastante, los ochenta y cuatro escasos diputados que no dan gobernar con manos libres. Lo que ocurre es que antes del verano el gobierno parecía un equipo sólido, potente, con las ideas claras y experiencia profesional acreditada y hoy la impresión es que van de tropiezo en tropiezo y ni siquiera se conocen los ministros entre ellos.

De momento, y por tanto, la legislatura en Andalucía sigue adelante. Hoy se va a constituir una comisión de investigación (efímera, probablemente, pero se constituye). La comisión de la Faffe. Que como ese nombre tiene poca pegada —Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo— acabará siendo conocida como la comisión Don Angelo, o comisión putibluc, el club de alterne en el que se fundió 15.000 euros el gerente de la Fundación, señor Villén. 15.000 eurosque se añaden a los casi cuatro millones de gastos en viajes, y clubes, y hoteles. Dinero público y tarjetas black que ya ha investigado la guardia civil y que ahora quiere investigar, entre comillas, el Parlamento andaluz. Lo poco, claro, que le va a dar tiempo.

Entonces, ¿habrá elecciones antes de fin de año o no las habrá?

Pues si de cómo le vaya a Sánchez con su tesis doctoral depende, imposible saberlo. El caso lo dio por cerrado la Moncloa dos días después de abrirse pero ya se ha visto que se precipitó llevada de su optimismo antropológico, que diría Zapatero.

El PP quiere exprimir el asunto en el Senado, con su mayoría absoluta metiéndole presión al presidente, y aun a riesgo de que el intento de acorralar a Sánchez por su tesis se le vuelva en contra a Casado y acabe siendo él acorradolado por su máster. Petición de pleno monográfico va a haber y, si Sánchez cumple con lo que dijo ayer, allí estará el presidente para defenderse.

Si quieren un pleno, perfecto. Ya sólo falta que la Moncloa despeje la agenda del presidente y ofrezca fecha. Para hablar de tesis, de sospechas y de libros donde aparecen textos de la conferencia de un diplomático sin citarle.

El fallo, así lo llama el presidente. Fallo porque se le olvidó ponerle las comillas al texto que no era suyo (ni suyo ni de Ocaña) y porque olvidaron también atribuirle lo reproducido a su autor verdadero. Las respuestas brevísimas, a disgusto, que dio Sánchez a las pocas preguntas que pudieron hacérsele sobre el tema dan cuenta de hasta qué punto el gobierno suspira por acabar cuanto antes con este martilleo que es, para él, una tortura. Y por si lo de Sánchez parco en palabras no fuera ya elocuente, aquí está Adriana Lastra, cancerbera del grupo parlamentario socialista, exhibiendo un cierto desdén poco favorable cuando fue preguntada por la información de El País en el Congreso.

Claro es que… Se había estudiado la información de El País la portavoz socialista: contando palabras para concluir que, así al peso, no cabe hablar de copia por más que se atribuyan los autores como propia una conferencia que no era suya.

El goteo de informaciones adversas exaspera al presidente y su vicesecretaria e incomoda al compadre, Pablo Iglesias. Que está encantado de aparecer como guía del bisoño Sánchez para las políticas de verdadera izquierda pero que no quiere verse atrapado en el barrizal de un trabajo académico afectado por sombras. Sabiendo de lo duro que puede llegar a ser Iglesias en sus afirmaciones, que ayer dijera que lo del presidente es cutre es poco más que un aviso de que si esto empeora él será el primero en distanciarse.

Que Pablo le llamara cutre (no a Sánchez sino a su técnica académica) hizo posible que se produjera en Salzburgo esta situación hasta hoy inédita: un periodista que pregunta al presidente de gobierno si se ve cutre.

Pero ya ha dicho Sánchez que advierte a la oposición de que no juegue con fuego, digo con ruido. Y ya ha dicho Iglesias, aplicando en esto la coherencia, que si al presidente se le ha exigido, por las dudas, que abra su tesis al público cabe exigirle lo mismo a Casado con el trabajo de fin de máster.

Obsérvese que Iglesias dice sobre Casado lo mismo que Rivera dijo sobre Sánchez: hay dudas sobre la autoría, disípelas usted colgando copia digital de su trabajo en todas partes.

Ah, el serial.

Se ha relajado el residente en Waterloo. Puigdemont. Con lo espléndido que era, lo meticuloso, para los vídeos de primera. ¿Se acuerdan? Los paseos que daba con los periodistas por el bosque mientras colocaba todo el argumentario independentista sin anestesia. Aquellos discursos que él llamaba del president en el exili, con su trajecito y su canesú, la bandera de Cataluña, la bandera europea, el conejo amarillo que tenía una vez en la papelera.

Puidegmont se nos ha ido abandonando. El vídeo de ayer, descorbatado, arrugoso, despeinado. Con el micrófono mal conectado

…dejándose eclipsar por su valido en Barcelona, el peón, el guarda-silla, este Joaquim Torra que le ha cogido tanto gusto como él a ponerse delante de una cámara para soltar una soflama partidista y llamarlo discurso institucional.

A esto aspira el president propagandista: a que la Unión Europea trate al Estado español como si fuera Orbán, el húngaro. De hecho, en ello están los eurodiputados independentistas del Parlamento europeo: en hacer ruido, que diría Sánchez.Ya comprobamos en el capítulo de ayer, y aquí mismo, que revés que ha encajado el Tribunal Supremo, desairado por los tres jueces de Alemania y el juez de Bélgica, le vale al independentismo para proclamar que toda Europa está con ellos.

A esto van a dedicar los próximos episodios del serial: a hacer coincidir las manifestaciones con las maniobras en el Parlamento Europeo para retratar al Estado español como la encarnación del fascismo opresor. Que en realidad sean los partidos más ultras de Europa los que le están bailando el agua al independentismo catalán es un detalle menor, ¿verdad?, que no será tenido en cuenta por los guionistas.

En el episodio de anoche contrastaba el bajo presupuesto de la escena filmada en Waterloo —ese Puigdemont de apariencia…

…gracias, Pablo—, con la superproducción épica que filmaron en las calles de Barcelona.

Era lo más cuidado del capítulo, las escenas de exteriores. Con miles de participantes organizados por los CDR en la manifestación ante la consejería de Economía, esta vez no para torpedear el trabajo de la policía judicial sino para meterle presión al Tribunal Supremo a ver si se rinde. Fue en esta escena donde se leyó la carta de los Jordis desde la prisión.

Fue en esta escena donde el actor que encarna a Ómnium Cultural amenazó a Sánchez con la peor maldición que puede recibir el presidente: convertirse en socio de Vox si no ordena de una vez a la fiscal Segarra que afloje.

Y fue en esta escena, en fin, en el colofón dramático del episodio, donde la actriz que interpreta a la ANC, Paluzie, reveló (en un formidable giro de guión) que hace un año la malvada policía dejó, a propósito, uno de sus coches abierto y con armas dentro para tenderle una trampa a los chicos de la CUP, a ver si agarraban las armas e incurrían, así, en violencia.

El público se quedó sin habla ante la creatividad, infinita, de los guionistas del serial y se olvidó de Puigdemont y de su pobre actuación de anoche.

Te bajo la luz y te subo el gasóleo.

¿Cómo era eso que dijo el presidente? Que a las clases medias hay que dejarlas en paz porque no se les puede subir impuestos. Quién creerá el presidente que va a pagar el impuesto del diésel, sino las clases medias.