VÍDEO del monólogo de Carlos Alsina en Más de uno 07/12/2018
En medio del puente de la Inmaculada Constitución y a cuarenta y ocho horas de que Madrid pase de ser la capital de España a la capital de la Argentina…futbolística.
Los medios de comunicación de la Argentina conectan con Madrid para informar de estas horas previas a la final de la Copa Libertadores. El River-Boca del domingo en el Bernabéu. Lo insólito de que un partido de fútbol entre dos equipos de un mismo país haya tenido que jugarse en otro, diez mil kilómetros de distancia, por la incapacidad que han demostrado los clubes y las autoridades para garantizar allí el orden público. El partido del destierro. Informan en Argentina del rechazo con que se encontró Mazzaro, un barrabrava, uno de los agitadores, en el aeropuerto de Barajas. Informan de que otro de los lidercitos fanatizados, Di Zeo, ha renunciado a viajar a Madrid porque tampoco habría podido entrar. Destacan lo que ha dicho Carlos Tévez, delantero del Boca, en la ciudad deportiva de Las Rozas.
Ejemplo de que se puede controlar a los fanáticos si se quiere. Conectan las radios argentinas con España para entrevistar al portavoz de la policía nacional.
En nueve días se ha tenido que poner en pie un operativo de seguridad para un fin de semana que coincide con la presencia de miles de visitantes que, por otros motivos, van a pasar el puente en Madrid. Gane el Boca, gane el River, no habrá vuelta triunfal al Monumental porque el Bernabéu circular nunca ha sido.
Cuando cambias de criterio cada dos por tres y sin dar nunca explicaciones de tanto cambio, te ganas a pulso la desconfianza. Te ganas a pulso que tu palabra se vaya devaluando. Consigues que cualquier cosa ya que digas valga menos que un barómetro del CIS en la época Tezanos.
El presidente del gobierno tuvo una conversación sin micrófonos ayer con los periodistas en el Congreso. Como aquella otra de hace tres semanas en la que explicó que ni siquiera iba a presentar un proyecto de Presupuestos a la Cámara. Ayer le preguntaron si tiene en la cabeza convocar elecciones generales para marzo y vino a decir que marzo es demasiado pronto. En marzo estaremos trabajando y gobernando, dijo el presidente. Frase que lleva a algunos diarios a sostener hoy que la hipótesis de elecciones marceñas se desinfla. Aunque, visto lo visto, sirve para sostener lo mismo esa tesis que su contraria. Podría sonar como una broma: si Sánchez dice que no serán en marzo es que acabarán siéndolo. El problema para el presidente, y para su crédito, es que ya no es una broma. Lo que se anuncia hoy se desmonta mañana. Lo que se dice hoy, mañana es papel mojado. Lo que hoy parece un plan, mañana se revelará mera táctica.
Antes de que termine el año aprobará el gobierno, por decreto, la subida del salario mínimo. Es la medida más visible de las que pactó Sánchez con Pablo Iglesias en la Moncloa y es la que tanto el PSOE como Podemos van a querer exprimir como baza, o como medalla, es esta campaña de elecciones generales en la que ya estamos. Salario mínimo y más recursos para la dependencia, con eso espera llegar Sánchez al examen de las urnas. Con eso, y culpando a las derechas y el independentismo (doscientos diputados) por no haberle aprobado los Presupuestos.
Ayer fue día de tregua a medias en la carrera hacia las urnas.
Ayer tocaba a los tres partidos que apoyaron el 155 ensalzar las virtudes de la Constitución que surgió del entendimiento entre izquierda y derecha en el 78 y abrirse a la reforma siempre que sea por consenso.
El PP, el PSOE y Ciudadanos, que suman 250 diputados de 350, están por el retoque constitucional en aspectos distintos, sin mayor urgencia y sin contemplar la autodeterminación. Podemos, con los independentistas, abogan por cambiar el texto de arriba a abajo e introducir como derecho que la comunidad autonoma que lo desee pueda dejar de ser España sin que el resto de los españoles tenga derecho a decidir nada.
Este año sí. El rey de ahora se liberó de la presión ambiental que existe sobre el rey de antes y sacó la cara por el padre, por la madre y por el papel que desempeñó la corona en el impulso inicial que se acabó traduciendo en una Constitución y un país descentralizado. Lo que no se vio hace un año en el aniversario de las elecciones del 77 se vio este año. Y la ovación con que fue recibido el rey de antes en su regreso al Palacio del Congreso dejó en minoría muy minoritaria a los diputados de Pablo Iglesias, que no llegaron a abandonar el Hemiciclo como algunos temían pero si se abstuvieron de aplaudir al rey de antes, al rey de ahora y al himno nacional.
Iglesias juega de nuevo la baza de presentarse como oposición al rey Felipe y trata de identificar República con República de izquierdas a la manera de Podemos. Le pareció decepcionante el discurso del rey y en su derecho está a proclamarlo. Bien es verdad que a Iglesias le parecerá siempre decepcionante que el rey no haga el discurso que haría él si alguna vez lo fuera. Había intentado Podemos despertar el interés sobre lo que harían hoy en el Hemiciclo pero todo quedó en el pin con el logotipo de la república morada, que han sacado de un banco de imágenes donde aparece como imagen para centros de belleza.
Han perdido Iglesias y su partido la habilidad que una vez tuvieron para los golpes de efecto. Aquellos tiempos en que eran capaces de atraer los focos sobre cualquier cosa que hicieran. Puede que sea verdad lo que dice Pablo, que en España ya no se entiende que la jefatura del Estado sea hereditaria. Pero a la manifestación convocada ayer en Madrid para reivindicar la tercera república fue más ancha que larga. Una pancarta de lado a lado de la calle y una comitiva tras ella muy escasa.