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Monólogo de Alsina: "Si Iceta obtiene un buen resultado el 21D pelillos a la mar y a olvidarse de esto de los indultos"

Francia hace saber que no es Bélgica. Y que sus jueces tampoco son como los belgas. O eso dice el gobierno de España. ¿Qué dice? Pues que ha sondeado a los franceses por si al prófugo Puigdemont se le ocurriera cambiar su bosque belga por la frontera de los Pirineos y ha obtenido garantías de que, en ese caso, no habría problemas para detenerle y entregarle de inmediato. Que lo sepa Puigdemont. O Puigdemuá a estos efectos.

ondacero.es

Madrid |

Ha circulado el runrún de que los estrategas del Junts per Catalunya —estos que iban a hacer hologramas del expatriado y que, en vista de lo que costaba, se han resignado a comprarle una webcam y una bufanda amarilla— tramaban un golpe sorpresa para el final de la campaña. Otra cosa no, pero tramar golpes sí forma parte de sus actividades habituales. Se trataría de epatar al personal trayendo a escondidas al prófugo para que se apareciera ante la multitud —saliendo de una tarta gigante, por ejemplo— en un mítin lo más cerca posible de la frontera, para poder meterlo corriendo en el maletero del coche y salir huyendo de nuevo hacia el escondite flamenco.

Hombre, que el gobierno francés garantice que si tiene una orden de detención en vigor su policía procederá a ejecutarla va de suyo. Que hable por el juez que, llegado el caso —como en Bélgica— tendría que tomar la decisión de entregarlo ya es mucho hablar, porque la euroorden sirve para que el tema lo resuelvan las instituciones judiciales sin intervención del poder político. Pero lo más llamativo es que el gobierno tenga interés en que Puigdemont sepa que si se le ocurre hacer el numerito de la cabra se encontrará con un despliegue especial de policías a un lado y otro de los Pirineos. Si tienes información de que planea venir de incógnito, pues déjale que venga y ya le echas el guante cuando esté aquí. No le disuadas contándole a todo el mundo que como pise Francia se le acaba el chollo. Que la pise, que la pise. Y que siga bajando por el mapa hasta llegar a su tierra añorada.

Al paso que van, serían los de Esquerra Republicana los primeros en dar la voz de alarma. ‘Zoido, Zoido, manda a los mossos que está en Portbou’. Para que el president sea Junqueras hay que deshacerse del otro. El clima de greña fraternal que se ha instalado entre los dos partidos que condujeron Cataluña a donde hoy está —la autonomía intervenida y la economía tocada— ha entrado ya en el terreno de la parodia. La auto parodia. Cómo calificar, si no, esta gloriosa intervención de ayer del ex consejero, y ex recluso, Josep Rull —superviviente de las hamburguesas flatulentas de Estremera—.

Gracias, president, por haberte puesto tú a salvo mientras los demás nos las teníamos que ver con peligrosos delincuentes que juegan como dios al pin pon.

Agradecidos en el PDeCAT —agradecidos ahora, claro— porque ven que, para su sorpresa, la peripecia puigdemoníaca les está dando alas electoras a costa de dejar al pobre Junqueras en las raspas.

Cómo llamar, sino ‘autoparodia’, al enredo en que se ha metido Esquerra para intentar justificar que aunque el honorable (molt honorable) Puigdemont sea el único presidente legítimo, y aunque ellos luchen por revertir todos los perversos efectos del 155, están como locos por cambiar de presidente y que la silla de Puigdemont la ocupe, 155 mediante, Nelson Junqueras.

Joan Tardá, ayer en este programa.

Cómo para saberlo. Hombre, sí se sabe lo que va a intentar Esquerra que ocurra: que a Puigdemont le animen a quedarse a vivir en su bosque belga.

El nuevo eslogan que se ha inventado la factoría de frases redondas del PDeCAT es bueno: dice “para que vuelva el presidente, hay que votar al president”. Podrían haber añadido “y que se pudra Junqueras”. Funcionar, funciona, como lema de consumo rápido. Al margen de que todo él sea mentira, por supuesto. Ni Puigdemont es el president ni influye lo más mínimo cuántos votos tenga para que vuelva o no vuelva.

Que este señor regrese sólo depende de una cosa: que él quiera. Es decir, que él se atreva a afrontar el horizonte judicial que el Supremo entienda que le corresponde. Que anteponga todas esas convicciones tan hondas que él dice tener al cálculo, tan personal y tan comprensible, ¿verdad?, de cuántos años podría pasarse en prisión una vez que esta etapa política hubiera quedado enterrada y de él sólo se acordara Elsa Artadi para enviarle cartas al centro penitenciario. Puigdemont volverá si alguna vez decide dejar de huir. Y no parece que ese momento haya llegado.

Con las encuestas hacia arriba, Iceta adelanta ya que si Puigdemont y sus escuderos fueran condenados por rebelión, él sería el primero en pedir que los indultaran. Que es una forma de cuestionar que realmente hayan delinquido. Y que, antes que eso, es una forma de llamar a la puerta del votante que, no estando a favor del procés, tampoco lo está de las decisiones judiciales.

A la búsqueda del voto. Aunque ahora le lluevan algunas piedras por querer que los delitos queden sin castigo, si el jueves obtiene un buen resultado pelillos a la mar y a olvidarse él mismo de esto de los indultos.

Con las encuestas a la baja, Podemos recupera a Mariano Rajoy como principal motor, o acicate, de si campaña. A ver si así consigue meterle un poco de interés a la caravana de Domenecq. Vuelve el estribillo morado: "hay que echar a Rajoy. Fuera Mariano de la Moncloa y se acabaron todos los problemas".

Vuelve el circo de dos pistas a la imaginación, siempre fértil, de los de Pablo Iglesias. A saber: pactemos un gobierno anti PP en Cataluña y pactemos, los mismos, una operación desalojo del PP en las Cortes españolas. Pablo se ha quedado a vivir en su mundo de tácticas y de cálculos. Cálculos que nunca salen y tácticas que ni siquiera se sustancian.

Fracasó en su moción de censura —fracasó no porque no prosperara, sino porque nadie se la tomó en serio— y vuelve ahora con su sueño de tocar poder aun siendo el tercer grupo del Congreso y, al paso que va, el sexto del Parlament. Aspira a que sus amigos independentistas pacten con él un gobierno para Cataluña y le ayuden a convencer a Pedro Sánchez para la censura, otra vez, de Rajoy. I have a dream. Que significa 'siempre estoy soñando lo mismo'. Qué me pasa, doctor.

Y Mariano Rajoy, que ve cómo sus encuestas en Cataluña andan tan mustias o más que las de Podemos, se esfuerza en recordar cada día a los catalanes que aplicar el 155 lo decidió él, y no el chiquito éste, Rivera, a ver si así los catalanes pro-155 se animan a votar a Albiol y dejan de emigrar a casa de Arrimadas. Anoche estuvo el presidente haciendo campaña por él mismo, por Albiol y por Freixenet. La marca de cava no ha hecho uno sino dos anuncios navideños este año: el de Michele Janner y Darín, con las chicas burbuja, y el de Albiol y Rajoy en la burbuja de Bonet.

Mañana, últimas encuestas. Y nuevos datos de cómo van las ventas.