Así está comenzando esta primera semana navideña en el este de nuestro país. La semana en que llegan las vacaciones escolares, el soniquete de los niños uniformados cantando bolas, el ir y venir de millones de españoles en el sábado de nochebuena y el concierto navideño que, a mayor gloria del independentismo, ha organizado la gran familia Puigdemont-Junqueras para el viernes por la tarde.
El presidente pasa por ser Puigdemont pero el gran beneficiado del hundimiento convergente es Junqueras. Esquerra Republicana obtendría hoy cincuenta diputados en las autonómicas. Más de los que ha tenido nunca. Y Convergencia, rebautizada Partido Demócrata para hacer olvidar su pasado, no pasaría de diecisiete. ¡Sólo diecisiete! Menos que el PSC.
Se va acabando el 2016 con Rajoy afianzado en la Moncloa —quién lo habría dicho, hace ahora un año—, con Pedro Sánchez evaporándose —aquellos que le prometieron lealtad eterna empiezan a desertar, quién lo habría dicho hace seis meses— y con Iglesias y Rivera peleando por mantener a flote la nueva política y la catarsis que iba a suponer para el sistema —y peleando por mantenerse ellos en sus partidos sofocando las pequeñas revueltas internas de Ciudadanos y las no tan pequeñas tensiones internas en Podemos: Errejón en el papel de mosca cojonera del carismático líder de la coleta—.
En Siria, todos los bandos en guerra están usando a los civiles como mercancía de intercambio y supeditando los planes de evacuación a la conquista de sus propios intereses. La salida de los autobuses verdes del este de Alepo ha quedado suspendida porque en dos localidades sitiadas por los llamados rebeldes éstos han atacado los autocares que hacían lo propio, evacuar civiles, con destino a territorio en poder del bando gubernamental. Entre lo que llamamos rebeldes está el antiguo Frente Al Nusra, filial de Al Qaeda, a quien el régimen señala como autor del ataque a los autocares con heridos del otro bando.
A punto de cumplirse seis años de las primeras revueltas contra el gobierno, la guerra civil sigue en sus dos frentes: el de la Siria del Este, con Alepo como principal bastión, y el de la Siria del oeste, pegada a Iraq, donde es Estado Islámico el enemigo del régimen y de las dos coaliciones internacionales que están formadas. España forma parte de una, la que encabezan Iraq y Estados Unidos y que libra todavía el combate por el control de Mosul.
La ministra Cospedal cumpliendo con la tradición de visitar a las tropas españolas en misiones internacionales. Trescientos setenta militares tenemos en Iraq, lejos de Mosul (cerca de Bagdad) instruyendo en la base Gran Capitán a las unidades iraquíes que combaten, ellas sí, sobre el terreno, al Daesh.
La disputa entre coaliciones y entre gobiernos de otros países se traslada hoy de nuevo al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde Rusia veta la resolución francesa para enviar supervisores a Alepo a verificar la evacuación de los civiles.
En el consejo de seguridad de la ONU nos quedan dos telediarios. A España. Miembro temporal del gobierno de las Naciones Unidas sólo hasta la Nochevieja. Caducará a la vez nuestra presencia entre los quince del Consejo y el cargo de Ban Ki Moon, que se despide de la secretaría general para dar paso al portugués Antonio Guterres.
La presencia de España en uno de los diez sillones rotatorios fue presentada por el presidente Rajoy como el mayor hito de su política exterior en la primera legislatura. Ahora ese tiempo termina y Rajoy lo despedirá asistiendo él mañana a una reunión del consejo en la que quedarán orillados los debates espinosos.
El jefe del gobierno ha llegado a Nueva York con una agenda, para hoy, bastante despejada que hay hecho arreciar el rumor de que podría intentar que Donald Trump le hiciera un hueco en la Torre del Oro. Sobre el papel no hay tal encuentro, ni siquiera intento del gobierno español de que se produzca, pero quién sabe: si Trump se entera de que Rajoy —como Santa Claus— ha llegado a la ciudad igual se anima a abrirle las puertas de su casa. Aunque sólo sea para demostrar que es capaz de llevarse bien con algún europeo que no sean ni Marine Le Pen ni Nigel Farage, o sea, un europeo pro europeo.