Monólogo de Alsina: "La presunción de inocencia del presidente de Murcia no está en cuestión en el pulso Rajoy-Rivera"
Rivera aprieta. Rajoy resiste. Es un pulso en toda regla. Y o lo gana uno, o lo gana el otro. No hay término medio. O cae Pedro Antonio Sánchez. O permanece Pedro Antonio Sánchez. Ciudadanos exige la cabeza del presidente murciano. La Moncloa dice que esa cabeza no se entrega. Se ponga como se ponga Albert Rivera.
El asunto trasciende ya lo que diga el pacto que ambos tienen firmado o lo que el propio presidente murciano dijo con nitidez que haría si este momento, el de la imputación, llegaba. El asunto ya es quién le dobla la mano al otro: si Rivera a Rajoy o Rajoy a Rivera.
Los argumentos del uno y el otro se pueden analizar cuanto ustedes quieran, pero esto ya no va de argumentos, va de quién pestañea antes y, por tanto, pierde.
Desde el punto de vista de los argumentos, son más sólidos los de Rivera. Al menos, tres:
• Fue el propio presidente murciano quien se comprometió a dimitir si le citaban como investigado.
• Tiene firmado un pacto con Ciudadanos que dice que el imputado se marcha a casa.
• Y está en vigor una ley de transparencia murciana que establece con precisión que el cargo público imputado por alguno de los que la propia ley señala se va a su casa. Y la prevaricación administrativa, como la malversación, como el fraude a la administración, son algunos de esos delitos.
La semana pasada lo anunció ya aquí el señor Rivera. Cuando llegara la imputación, exigirían el cumplimiento del compromiso, del pacto y de la ley de transparencia.
Frente a estos argumentos, el presidente Rajoy contrapone éstos otros: la presunción de inocencia del imputado y la persecución judicial de que es víctima por parte del PP.
Al presidente le han pasado el argumentario de su partido y él también se lo ha aprendido. Esto de las 16 denuncias que le ha presentado el PSOE y que han sido todas archivadas forma parte del discurso del PP murciano; el PSOE desmiente que sean tantas. Pero, llegados a este punto, quién inició la causa judicial es menos relevante que quien la ha llevado hasta el Tribunal Superior de Justicia. Si el caso Auditorio está en el Tribunal Superior es porque la fiscalía y la juez de instrucción encontraron indicios suficientes como para seguir adelante con el sumario y elevarlo al Tribunal Superior por la condición de aforado del presidente autonómico. La fiscalía y el juez instructor. ¿Quiere el PSOE cargarse a Pedro Antonio Sánchez? Pues claro. ¿Significa eso que no hay caso? En absoluto. Significa que la investigación ha llegado hasta Sánchez.
La presunción de inocencia, que hace bien en subrayar el señor Rajoy, no está en cuestión. Como bien sabe el presidente, la presunción de inocencia sigue vigente mientras el tribunal juzgador no emite sentencia condenatoria. Seguirá siendo inocente, mientras no se le condene, estando imputado o estando procesado. No es ése el asunto. El asunto es si el PP se agarra a esta interpretación ad hoc que ahora abandera sobre la distinción entre el imputado que declara o el imputado al que, después de declarar, se le sustenta la acusación (este debate un poco bizantino que están planteando). No se recuerda que el día que firmó el pacto con Ciudadanos especificara el PP que debía entenderse imputado como encausado. Tampoco que lo hiciera cuando se aprobó la ley de transparencia murciana. Ni cuando el propio Sánchez se comprometió a dimitir si le imputaban.
Imputado es imputado.
El otro Pedro Sánchez, el del PSOE, presentó ayer su biblia para recuperar la confianza de la mayoría social y poder gobernar de nuevo. Ahora ya no dice que haga falta Podemos para que la izquierda recupere el gobierno. Eso era en octubre, con Évole.
Ahora se queda en decir que es deseable una alianza de las fuerzas progresistas. Sin matrimonio morado.
Quien esperara que Sánchez presentara un documento sobre cómo quiere dirigir el PSOE, cómo debe organizarse el partido, se habrá encontrado con un programa electoral, que es una pieza más ambiciosa.
Ha presentado Sánchez su tercer proyecto político para España: ya presentó uno en la conferencia política que organizó cuando dirigía el PSOE; otro cuando concurrió a las elecciones de 2015 y 2016; y éste de ahora que es el más pedrista de todos, o esa es la idea que se quiere transmitir, que emancipado del aparato de su partido Sánchez puede, por fin, presentar el proyecto cien por cien Pedro. Un documento que describe al capitalismo neoliberal como el demonio con el que hay que terminar y al PP como su profeta en España. Es un documento muy anti PP.
Y en el que ha echado agua el señor Sánchez a su definición de España como nación de naciones. En octubre fue tan lejos como para decir esto:
Pero en su documento lo que ha puesto es que el articulo 2 de nuestra Constitución ya consagra el caracter plurinacional de España. ¿Perdón? ¿Dice la Constitución que Cataluña y el País Vasco son naciones dentro de la nación española? En realidad, no. Lo que dice es que hay nacionalidades. Que Sánchez decide, por su cuenta, considerar sinónimo de nación para poder proclamar que la plurinacionalidad ya está reconocida y que ahora sólo hay que perfeccionarla.
La cuestión, en todo caso, sigue siendo si Sánchez volverá a tener el timón del partido como para llevar adelante éste o cualquier otro programa que vaya alumbrando. Si la militancia en las urnas de mayo le dará a él la victoria sobre Patxi y sobre Susana. Y esto es lo que, a día de hoy, es imposible prever. Que tiene miles de partidarios salta a la vista. Y que sus actos están mejor planteados, mediáticamente, para transmitir esa imagen de respaldo multitudinario de las bases, también. Al lado de la frialdad que consecha Patxi, lo de Sánchez es un fervor apasionado. Falta la incógnita Susana: qué cosechará Susana cuando salga a predicar por las agrupaciones socialistas a partir del cuatro de marzo.