Capítulo 43

Historias del Valle Sin Retorno: Soltera y sin compromiso / Single and not committed

Grace Donahue trata de recordar y vuelve a verse en la sala de cine 4D del impresionante museo de la segunda guerra mundial que hay en Nueva Orleans. Proyectaban un documental narrado por Tom Hanks, Beyond All Boundaries / Más allá de cualquier frontera, donde además de las experiencias virtuales atribuidas a las gafas, las imágenes se combinaban con decorados reales que aparecían en el escenario.

Guillermo Fesser

Madrid | 14.05.2016 00:12

Por ejemplo, el morro del Boeing B-17 era la propia cabina del histórico avión bombardero que descendió desde el techo, sujeta por cables, para incrustarse en el centro de la pantalla; o la torreta de vigilancia del campo de concentración nazi era una construcción de madera que se alzó desde el foso del teatro y encajó perfectamente al borde de la perspectiva filmada. Desde ella, cañones de luz reales buscaban posibles prófugos entre el público asistente. En cada explosión, se agitaban los asientos, soplaban ventiladores y saltaba humo. Y fue en una de esas escenas sobrecogedoras, cuando Grace Donahue notó que la mano del gender fluid se posaba lentamente sobre su pierna.

El silbido de las balas sobrevolando cabezas ajenas se transformó entonces, súbitamente, en el aleteo de mariposas que acariciaban confusas las paredes de su estómago. Grace se sintió, al mismo tiempo, privilegiada y extraña; lo mismo que algunas veces había visto que le pasaba a Ali, el personaje interpretado por Gaby Hoffman en la serie Transparent.

Boo es la nueva palabra usada en slang, el argot de la calle, para llamar a tu pareja. Sustituye a boyfriend o girlfriend y se deriva del francés, beau, que quiere decir bello. Thang es la manera moderna de decir thing, cosa. La combinación de ambos vocablos, boo thang, sirve para definir a una persona, que no consideras tu pareja, pero con la que mantienes una relación especial y, normalmente, sólo a través de redes sociales. Desde su encuentro en el campus de la universidad de Michigan, Victoria Ackerman Kingston y Grace Donahue se habían convertido en Boo Thangs. Un poco de Facebook y un mucho de Instagram las terminaron por volver inseparables. Y aquella mañana, en el museo de Nueva Orleans, a Grace le entró el vértigo de saber que quizás la vida le abría una nueva pantalla… Pero ya todo aquello daba lo mismo. Una bala se encargó de truncarlo.

They están en coma, dicen que irreversible, conectados a un respirador en el hospital de Concord, la capital de New Hampshire, y Grace permanece sentada en silencio junto a su cama. A veces se levanta y les susurra algo al oído. Para no volverse loca con los plurales, les llama Zee. Zee, con zeta y dos es: un híbrido entre los pronombres he y she, él y ella, con el que cada vez se identifican más los del género fluido. A Zee, Grace no la puede llamar Kingston en presencia de su familia. Para los Ackerman su hija se llama Victoria. Victoria y punto. Y es una chica. Una chica y punto. Según ellos, ni Victoria ha tenido, ni tiene, ni va a tener nunca los problemas legales que ahora consumen a estados como Carolina del Norte, que debaten sobre quién debe utilizar qué baños públicos. El gobierno federal dicta que puedes usar el baño del género que tú consideres que es el tuyo, independientemente del sexo con el que hayas sido inscrito en la partida de nacimiento. Si oficialmente eres un hombre, pero te consideras mujer, puedes ir al baño de señoras. Si en tu carnet de conducir pone sexo femenino, pero te consideras un hombre, al de caballeros. En palabras del congresista demócrata californiano Evan Low: “if you want to go pee, by all means, help yourself / Si quieres hacer pis, adelante y sin problemas.”

El conflicto surge porque hay voces que esgrimen que la libertad de elección puede dar lugar a los abusos de algún que otro sátiro o, en el mejor de los casos, provocar el agobio en quienes vean entrar a su baño a un ser humano que físicamente representa el estereotipo del sexo opuesto. California quiere zanjar el asunto pasando una ley que obligue a implantar gender neutral restrooms, servicios unisex, en todos los lugares públicos. Lo hacen, además de en nombre de los gender fluids, para facilitarle la vida a los padres que tienen niños pequeños de diferentes sexos y a los adultos que cuidan de sus padres mayores.

Pero este proyecto de ley californiano, que ahora Grace le susurra en secreto al oído a Zee, no puede ni mencionarse delante de los Ackerman. Victoria es una chica, judía ortodoxa y respetuosa de la ley de Adonai. Por eso, cuando entra en la habitación del hospital de Concord el agente Chuck Madera y pide tener una conversación a solas con Eitan Ackerman, el padre de Victoria niega una y otra vez la posibilidad de que su hija condujera el 4 por 4 el día de Yom Kippur. Y además, aunque lo hubiera hecho, no entiende la intensidad con que persiguen una infracción de tráfico que ni siquiera pueden probar. Entonces Glover, el que hace las veces de bueno, le pregunta si les dejaría echar un vistazo al teléfono de su hija. Eitan se enfurece… hasta que Madera le cuenta que sospecha que su hija pudiera haber sido testigo de un asesinato y, a continuación, para sonar más convincente, deja caer la posibilidad de que lo ocurrido en Nueva Orleans pudiese tener alguna relación con esos hechos.

Glover alucina. Eitan se desmorona y promete colaborar. Y Grace, que ha reconocido a los agentes que han estado en varias ocasiones en su casa y no ha podido evitar escuchar la conversación, empieza a atar en su cabeza algunos cabos que le producen escalofríos.