Capítulo 18

Historias del valle sin retorno: Dulcinea / Duhl-sin-ee-uh

Kathy Donahue aprovecha que su marido se ha ido con su hijo pequeño Mickey a Virginia para ordenar el garaje. Nada especial. En el Valle Sin Retorno mucha gente le dedica a esta tarea la mañana tonta de un festivo.

Guillermo Fesser

Madrid | 10.10.2015 00:13

Desde que Ford inventó la producción en cadena, la puerta principal de una vivienda norteamericana prácticamente sólo sirve para que entregue los paquetes el de UPS y todo el mundo entra o sale de casa con el coche. El garaje es el verdadero zaguán y, por eso, cuando empiezan a acumularse demasiados mochos, la gente siente necesidad de hacer limpia.

Kathy destapa con un destornillador una docena de viejos botes de pintura. Luego añade un puñado de arena de gato en el interior de cada uno para que absorba el líquido y, en cuestión de minutos, el kitty litter deja el contenido tan sólido como el cemento. Cuando tienes que pintar el exterior de tu casa cada cuatro años, te aprendes estos trucos. Ahora puede arrojar los botes a la basura sin miedo a contaminar el entorno. Luego arrastra hasta la acera una bicicleta de montaña que tiene una rueda reventada y de la que ya no quiere saber nada. Busca un trozo de papel, escribe FREE, gratis, y lo pega en el sillín con cinta aislante con la esperanza de que algún transeúnte se la lleve y le evite el transporte al centro de reciclaje. Con el resto de las cosas está tentada de organizar un garage sale; ese mercadillo exento de impuestos, en el que uno vende todo muy barato con el fin de quitárselo rápidamente de encima. Hay cajas de libros, juegos de mesa, botas de esquiar de las niñas que se han quedado pequeñas… Umm, mejor no. La idea de pasarse el día de tendera le da pereza. Así que, en lugar de ello, decide colgar unas repisas en la pared y aliviar momentáneamente el suelo. Encuentra unos tablones… y unos buenos enganches. Sabe que, para que estén seguras, necesita atornillarlas a los postes verticales de madera que forman el armazón de la casa. Pero hay que encontrarlos. No se ven.

Los cubre el sheetrock; las placas de yeso que los mexicanos llaman tabla-roca y los españoles Pladur. Hasta hace poco, los listones se localizaban a base de golpecitos. Toc, toc. Hueco. Toc, toc. Madera. Pero ahora han inventado un buscador (stud finder), un escáner del tamaño de un móvil, que lo pegas a la pared y te dice si hay o no hay hueso debajo. Kathy encuentra en un cajón el aparatito.

“Hello, Duhlsineeuah!” ¿Dalsinia? A su espalda resuena la voz grave de un hombre. Su primera reacción es llevarse la mano al pecho y cubrirse con ella el escote. Está en pijama. Bueno en pijamas, porque en inglés se dice en plural, pajamas, aunque contradictoriamente el pijama en Estados Unidos sólo consista en una prenda. Eso de meterse en la cama tan conjuntadito es demasiado europeo; así que suelen venderte los pantalones y, para el top, la parte de arriba, te buscas tú la vida con una camiseta. “Hello, Duhlsineeuah!” Kathy se gira despacio hasta descubrir la silueta de Guss

Sanders, el nuevo director del departamento de oncología del hospital en que ella trabaja como anestesista. Apoyado en su Jaguar descapotable, Guss le regala desde el driveway una sonrisa que le hace sentir incómoda. ¿Qué diantres hace este tipo presentándose en su casa sin avisar?

Guss Sanders es cirujano y lleva 12 años investigando el origen del cáncer de colon. Circulan rumores de que está a punto de dar con la clave que produce la primera de las seis mutaciones

que sufren las células y, por tanto, de poder prevenir la enfermedad. También circulan rumores de que, en los ocho meses que lleva en el cargo, ha tenido aventuras amorosas con al menos tres enfermeras. Por eso a Kathy no le hace ni pizca de gracia que Guss le llame Duhlsineeuah, que se escribe Dulcinea, y que es una de las cinco palabras que Miguel de Cervantes metió por derecho propio en el diccionario de la lengua inglesa. Duhlsineeuah: a ladylove; a man´s sweetheart. Dulcinea: la mujer amada, el corazoncito de un hombre. “Are you looking for a stud this morning, Kathy?” “¿Estás buscando un stud?” Lo malo de esta pregunta es que puede tener doble sentido. Stud significa poste de madera, pero es también la definición de semental. Kathy se le queda mirando confusa. “Si buscas un stud, quizás pueda ayudarte” añade él. Algo le dice a Kathy que debería ponerse a gritar. Pero, por alguna razón que ella misma no alcanza a entender, no lo hace. Sin que nadie le invite, Guss da un paso al frente, entra en el garaje y baja tras de sí la puerta corredera.