'Monachus monachus' es el nombre científico de la foca monje, una especie actualmente en peligro de extinción y que, sin embargo, hace años era una especie habitual del mar Mediterráneo, del mar Negro, de las costas del oeste de África, de Cabo Verde y Canarias.
Pero no está todo perdido para esta especie, porque hay personas e instituciones trabajando para recuperarla. Por ejemplo la Fundación Hábitat para la Conservación de la Biodiversidad, cuyo directo del programa de conservación de la foca monje es Pablo Fernández de Larrinoa y Fernando Aparicio, trabajador de esta Fundación en Mauritania, es uno de los responsables de vigilar de cerca a la foca monje.
La Fundación Hábitat recibió el Premio Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad 2022 por su "labor pionera en defensa del monte mediterráneo", poniendo en valor el trabajo que realiza Hábitat en la conservación, protección y recuperación de especies en peligro desde una perspectiva integral.
Un animal muy sensible a las molestias
Al trabajar para la conservación de especies en peligro de extinción es importante tener un buen diagnóstico de la situación para poder aplicar soluciones que ayuden a la especie y estar informado en todo momento de su evolución.
Por lo general, la foca monje es un animal muy sensible a las molestias, sobre todo cuando está descansando en tierra. Para acceder a ellas y estudiarlas, los trabajadores tienen que leer las señales que las focas les dan, que "tienen que ver más con la forma en que te mueves y con darle al animal los tiempos que requiere para que te tolere", cuenta Fernando.
Esto pasa por ir muy despacio, tendido en el suelo, evitar el contacto visual y cuando dan una señal de alarma, quietud absoluta. Con todo esto, no suelen atacar, "no es un animal muy agresivo", explica Fernando.
¿Cómo se alimentan las focas monje?
Las focas monje pueden llegar a cumplir 30 años y en cuanto a alimentación, come de todo. Crustáceos, pulpos, pescados y "lo que menos esfuerzo requiera por su parte", dice Pablo, quien matiza que dependiendo de si son animales adultos o juveniles, se alejan más o menos de la colonia para buscar comida.
En general, rastrean y se alimentan del fondo del mar, pero "no son grandes buceadoras", sino que las inmersiones medias son de cinco o diez minutos y no a grandes profundidades.
El apocalipsis de las focas monje
Originalmente, las focas monje vivían en playas a cielo abierto, bancos de arena e islas, pero fueron sometidas a persecución porque "dentro de ellas había un tesoro". Estos animales tenían una grasa que producía aceite para las lámparas de iluminación, por lo que los griegos y romanos las explotaban.
Por eso, desaparecieron las grandes colonias de focas monje que vivían a cielo abierto y "sólo unos pequeños grupos refugiados en cuevas han llegado a nosotros".