Sí, la felicidad sí se puede medir. De hecho, los españoles este año estamos en el puesto 24 a nivel mundial, según un estudio.
El estudio científico más largo jamás llevado a cabo sobre la felicidad del día a día lo ha hecho Alejandro Cencerrado, analista jefe en el Instituto de la Felicidad de Copenhague y autor de 'En defensa de la infelicidad' (Ed. Destino).
Alejandro se dedica a examinar y analizar datos: "Preguntamos a miles de personas en Europa sobre cómo se sienten y después, comparamos sus condiciones para ver quién es más feliz", explica. Ese conocimiento luego es utilizado por gobiernos y empresas para intentar mejorar el bienestar de los ciudadanos y empleados.
¿Cómo podemos medir la felicidad?
Desde hace diecisiete años, cada noche Alejandro apunta en una escala del 0 al 10 cómo de feliz ha sido ese día, siendo 0 el peor día y 10 el mejor. "La pregunta que me hago cada noche es: ¿me gustaría que un día como hoy se repitiera mañana?", en caso afirmativo, Roberto puntua por encima del cinco.
La infelicidad es inevitable, no podemos estar bien todo el rato
En estos años contabilizando la felicidad ha podido sacar conclusiones muy importantes como que "nos adaptamos a todo" o como que "necesitamos del contraste para ser felices". Con estas conclusiones, ha podido tomar decisiones en la vida y le han servido para aceptar que "la infelicidad es inevitable, no podemos estar bien todo el rato".
¿Qué afecta más a nuestra felicidad?
En el Instituto de la Felicidad han comprobado que el dinero no da tanto la felicidad. Según sus estudios, cuando se gana poco dinero, menos de 2.000 euros, aumentar tu riqueza sí aumenta tu satisfacción con la vida. Sin embargo, a partir de los 4.000 euros ya no aumenta tu felicidad.
"El factor más importante, siempre, son las relaciones sociales y, en concreto, la calidad, no la cantidad", dice Alejandro mientras hace alusión a la soledad como fuente principal de la infelicidad.
¿Nuestro cerebro está diseñado para ser felices?
Raquel Marín, catedrática y neurocientífica, sostiene que "el cerebro humano no está hecho para ser feliz", sino para sobrevivir ante los peligros y las amenazas.
El cerebro prioriza los pensamientos negativos sobre los positivos, pues lo negativo es lo que está más cerca a lo que nos puede ayudar a sobrevivir. "Es preferible ver el peligro aunque no exista", explica Raquel sobre las tendencias negativas de este órgano.
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Para enamorarnos, por ejemplo, es necesario que el cerebro rebaje los niveles de la desconfianza.