Oyentes: Las vacaciones de nuestra infancia

Antonia recuerda que de pequeña fueron una vez desde Albacete hasta Barcelona en un Mini Morris. "Éramos cinco en el coche:, mi madre, una señora rotunda", mi hermano mayor con su novia, mi otro hermano y yo". Cuenta que pararon en "Cuenca, Madrid, Ávila, Segovia, Toledo", y en cada sitio alguien compraba algo. Llevaban tantas cosas que "cuando fuimos a meter las maletas para ir a Barcelona fue imposible, y tuvimos que facturarlas". Eso sí, el coche resistió el largo viaje pero en cuanto llegaron a su destino se paró: "Hasta aquí hemos llegado".

Desde Gran Canaria nos llama Ángeles para rememorar sus veranos en Vibaño, un pueblo de Asturias. Las define como sus vacaciones "más entrañables", y asegura que "el olor a carbón cuando llegábamos era la señal de que ya empezaban las vacaciones". Se juntaba con su hermano y su prima y confiesa que se dedicaban "a hacer cien mil diabluras", como colarse siempre en el gallinero a robar los huevos. "Era la pelea que teníamos mi abuela y yo todos los días", recuerda.

Nos vamos a Zaragoza, donde Pedro nos cuenta que todos los años se iban al pueblo de su padre en Badajoz. Asegura que hacía tanto calor que al llegar "no nos saludaban ni los perros". Y recuerda que por la noche salía con sus amigos a una discoteca que tenía al lado un corral de cerdos: "El aroma no incitaba a bailar".

Y Nieves nos habla de una vez que se fue con ocho años de Barcelona a Valladolid en autobús. "Un viaje de 14 horas, sin aire acondicionado, mi padre detrás fumando Ducados, la gente fumando puros...". Cuenta que era tan "horrible" el trayecto que el año que tocaba ir decíamos 'no, por favor, que se está muy bien en casa y se gasta mucho dinero'", recuerda.