Isidro, de Alicante, nos habla de su boda civil en Venezuela, en la que estuvo más de dos horas esperando por la novia. "Cuando la llamé me dijo que no había salido todavía porque su madre se estaba secando el pelo", dice, y señala que finalmente su suegra no se presentó a la boda. "Al final nos casamos in extremis", asegura.
Desde Madrid nos llama María para recordar que en su boda se olvidaron de ella: "Mis amigos no se pusieron de acuerdo en quién iba a venir a buscarme y al final no vino nadie", cuenta, y añade que tuvo que pedir un taxi para llegar a la ceremonia.
Nos vamos ahora a Sevilla, desde donde nos llama Juan Luis, que confiesa que lloró "como un niño chico" al leer su discurso en la boda. El convite lo celebraron en el jardín de un chalet, en plena ciudad, y "terminó siendo una boda-gymkana". "Cuando ya estábamos en la barra libre se presentó un coche de policía porque algún vecino se había quejado del ruido", cuenta, y destaca que finalmente se fueron a otro lugar a celebrar la fiesta porque "nos obligaron a quitar la música y aquello parecía más una misa de difuntos".
Y también desde Sevilla nos habla Francisco, cuya boda "era bastante esperada por la familia por las juergas que se montan con algunos parientes". Y recuerda que en la fiesta, a los invitados "se les ocurrió bailar 'Paquito el chocolatero' sentados en el suelo". "A fecha de hoy al traje de novia todavía no se le han podido quitar las manchas, y hace ya 14 años", sentencia.