El reto de las dos partes es aguantar la presión sin desfallecer, y confiar en que el enemigo se desinfle. Los independentistas están ante el desafío de conseguir que sus seguidores se mantengan movilizados en las calles a pesar del cansancio que provoca la permanente movilización en la que están desde que empezó el proceso y, muy especialmente, en los últimos meses.
Que la manifestación más numerosa contra el encarcelamiento de los antiguos consejeros del gobierno catalán se haya celebrado en Bilbao y no en Barcelona, parece un primer síntoma. Pero eso puede cambiar. Las bases independentistas reaccionarán en cualquier momento. Para el gobierno, el riesgo de desgaste está concentrado en la angustia de no saber cuándo acierta y cuándo se pega un tiro en el pie. Cada decisión es como atravesar un campo de minas. Y no será fácil para Rajoy llegar al 21 de diciembre sin haber pisado ninguna.