El margen de maniobra que tenía Puigdemont para evitarlo caducó con la segunda carta que envió a Rajoy, y que Rajoy entendió como la evidencia de que el presidente de la Generalitat sigue instalado en algún lugar alejado de la ley.
Es el análisis que hace el gobierno. Empresarios, medios de comunicación y algunas de las gentes que rodean a Puigdemont le han aconsejado y hasta le han suplicado que convoque elecciones ya para no traspasar la fina línea que separa el desastre actual de la catástrofe que se avecina.
Si va a convocar las urnas tendría que hacerlo de inmediato. Y si quiere que sirva de algo, se vería obligado casi a arrepentirse de sus pecados y a prometer que se instalará en la legalidad. Si lo hace, será acusado de traidor por quienes le han seguido fielmente hasta aquí. El espacio se le ha achicado a Puigdemont. O Puigdemont ha achicado su propio espacio.