¡Qué delicadeza en la pregunta! ¡Qué eufemismo para hablar de espionaje! ¡Qué ironía para referirte al fallo de seguridad del teléfono presidencial!
Literario has amanecido, Alsina. A mí me parece que al publicitar esas intrusiones, palabra de Bolaños, el Gobierno se hizo un Dominguín. Tuvo la noticia, miró a su entorno, y se dijo: ¿qué hacemos? Y como el famoso torero después de su aventura con Ava Gardner se respondió a sí mismo: “¡contarlo!”.
Y la del alba sería cuando convocaron a los periodistas, deprisa, deprisa, que esto se sepa. Que se sepa pronto, antes de que avance el incendio independentista por el espionaje sufrido. Y entonces resonaron los anuncios de sorpresas que había hecho la ministra Robles. Y los indepes protestaron porque les estropeaban su película con nuevos e ilustres actores. Y tuvo sentido la referencia a la casualidad que hizo Feijóo.
Pero tú me hablabas de que el teléfono móvil del presidente no es seguro, y eso aumenta la gravedad del episodio. Espías los hubo y los habrá siempre. Externos, como dice Bolaños, internos, como acusan los secesionistas, que buscan informaciones de Estado o indagan delitos o lealtades.
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Que se pueda escuchar a jefes de Gobierno y ministros indica que la tecnología de ataque es mucho más rápida que la tecnología de defensa y prevención. Y que se tarde un año en detectar las intrusiones, a pesar de que se hicieron controles, confirma la denuncia de Ione Belarra: una inquietante brecha de seguridad.