Hay tiempo para cada cosa, decía y dice el Ecclesiastés. Y hay un pacto distinto para cada tema, viene a decir la CEOE. Esta historia, querido director, ya la hemos vivido.
La última vez, el pasado septiembre, no hace ni medio año. Exactamente igual: la ministra de Trabajo no se desvía un milímetro de la línea sindical y de los acuerdos con los socios de Gobierno. A los empresarios, que son los que pagan la cuenta, siempre les viene mal. Les venía fatal en septiembre porque estaban todavía en la crisis de la pandemia. Les viene mal en febrero, porque dicen que sus resultados todavía están lastrados por la crisis de la pandemia. Y encima, tienen o deslizan la sospecha de que ese aumento es populista y forma parte del lanzamiento del proyecto político de la ministra.
Yendo a la pregunta: el pacto de la reforma laboral se firma si no supone gran coste o si el coste se justifica por la grandeza de terminar la precariedad. Un pacto para el salario mínimo se rechaza porque no son los 35 euros de aumento; son las cotizaciones, que también crecen, y los mil euros del salario se convierten en 1.200 o más para el empleador.
En todo caso, los empresarios saben que lo tendrán que pagar. Se cumple lo que decía un viejo banquero: “Ellos, el Gobierno, tienen el Boletín Oficial del Estado, a nosotros nos queda la resignación”.
Pues desde esa resignación, la patronal dice:si hay que subir el salario mínimo, que se suba, pero que no sea con nuestra complicidad.