Sabotear, lo que se dice sabotear, sabotea quien puede; es decir, quien tiene los votos suficientes. Al PP y a Vox les gustaría levantar un muro de escaños infranqueable para Sánchez, Bolaños, qué pena que lo pierda Carmen Calvo, y su ley de Memoria Democrática. Así que los dos partidos se tienen que conformar con su oposición ritual. Pero miren: lo que hace la clase política ante esta ley es enterrar lo poco que quedaba de consenso. Y a mí, querido Alsina, me da mucha pena. Mucha pena por este país.
Hace casi medio siglo, las leyes de Suárez, la complicidad de los exiliados y la colaboración de los perseguidos del interior hicieron un acto de grandeza histórica que se llamó reconciliación. Sobre ella se hizo el pacto constitucional y fueron posibles 40 años de democracia. Las actitudes políticas de hoy rompen aquel abrazo de las dos Españas por necesidades de menor cuantía.
Es verdad que España sigue en deuda con las víctimas del franquismo. Es cierto que hay que reconsiderar el Valle de los Caídos o anular los juicios políticos más injustos de la historia o recuperar los restos que reclaman miles de familias. Pero habría que hacerlo como se hizo el tránsito a la libertad: sin echar sal en las heridas y con algún consenso. Si no es posible, será un fracaso de la clase dirigente actual.
Cámbiese lo que haya que cambiar. Revísese todo lo revisable en busca de la justicia y la verdad. Pero no destrocemos algo tan grande como la reconciliación.
