Pues así lo llaman y se llama a sí mismo Nacho Castillo, cuyos biceps tatuados, peinado de marine y bengalas en las manos lo han convertido en icono de la protesta contra la sensibilidad y el criterio de muchos de sus colegas.
Peseto Loco responde a su apellido, Loco, en la medida en que fue condenado por disparado con una pistola de aire comprimido a un vehículo de cabify. Y quien dice cabify dice cucaracha, pues ese es el término degradante que Peseto Loco utiliza contra las VTCs.
Niega ser ultraderechista, atención al argumento, porque tiene amigos gays. Y porque unos skinheads, atención al argumento, le dieron una paliza cuando él era heavy. Tenía 14 años. Y decidió que no volverían a pegarle.
Empezó a entrenar. Se convirtió en boxeador. Y del ring asumió la mitad de su apodo. Peleando con un tal Zurdo Loco terminaron endosándole la falta de cordura a él, aunque Peseto Loco bien podría ser el nombre del jefe de una tribu comanche.
Es hijo de taxista. Y se gastó 165.000 euros en comprar su licencia. Por eso se resiste ahora a que las regalen. Y por la misma razón se recrea en un lenguaje hostil que explica su fascinación hacia Taxi Driver.